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Los Katsurayama, Pioneros del Viejo San Luis

La familia Katsurayama se asentó en San Luis, luego de llegar en barco hasta Campamento, donde se encontraba la base militar, sobre el oleaje del caudaloso Río Colorado. Desde entonces han sido parte importante en la historia de este municipio, tres generaciones que se unen para festejar el Centenario de la ciudad.

 

 

Humberto Melgoza Vega

 

Desde que llegaron a estas tierras, al final de la década de los 20, la familia Katsurayama Soga, originaria de Kumamoto, Japón, echó raíces en San Luis Río Colorado, adoptaron la ciudad como su casa, su segunda patria y ahora forman parte de la historia de este rincón de Sonora que cumple su primer Centenario.

En una larga travesía que inició desde Hawai y que terminó en el caudaloso Río Colorado, a bordo de un enorme barco llegaron a Campamento la pareja formada por Luis Ikutaro Katsurayama y María Aiko Soga, para entonces, el capitán Carlos G. Calles ya se encontraba bien instalado en el territorio.

En poco tiempo, el patriarca de la familia se inició en las labores del campo y llegó a sembrar cientos de hectáreas de algodón, mientras que María se dedicaba a las labores domésticas y a cuidar a su pequeña hija a la que nombró Ernestina Chioca, quien nació en el ejido La Grullita en 1932.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1942, tras el bombardeo a la base naval de Pearl Harbor, los ciudadanos japoneses fueron perseguidos y exiliados, una afrenta que nunca olvidarían los gringos.

La familia Katsurayama Soga se vio obligada a dejar todo y, con el pequeño Luis Nobuyuki en brazos emigraron a la Ciudad de México, allá nació Héctor Shigueto en 1944.

Shigueto abajo y Luis Arriba, hace unos 70 años, en la línea divisoria con Az.

Terminada la guerra, en 1948 decidieron regresar a San Luis solo para darse cuenta que las tierras que habían dejado ya se las habían apropiado. Y tuvieron que comenzar nuevamente de cero.

“Vivíamos en una casa de cachanilla y mi amá tendía una sábana en el suelo, que servía como cama”, recuerda Héctor Shigueto, el más chico de los Katsurayama Soga sobre su infancia en La Grulla.

“Mi papá sembraba algodón en la colonia Moctezuma y ayudaba a muchos a levantar la cosecha, en vez de rentarles les prestaba una trilladora a caballo, en ese tiempo se hizo muy amigo de los Wilson Tambo, que se instalaron ahí en el Pozas de Arvizu”, comenta.

 

Progreso

 

Para 1950, con el apoyo del empresario Jorge Gallego, dueño de la Molinera del Valle de Mexicali, don Luis Ikutaro se estrenó como prestador de servicios al construir en la esquina de Juárez y Tercera el emblemático Hotel San Luis, que se mantiene erguido hasta la fecha, a pesar de los embates del tiempo.

Antes, sus pininos los había hecho en el Hotel Ramírez, rentado a don Antonio Ramírez, papás del doctor Marco Antonio Ramírez junto con la señora María Wakamatzu- también de ascendencia nipona–, el cual estaba ubicado por la Internacional, ahora Carlos G. Calles y Tercera.

El Viejo San Luis.

El Hotel San Luis llegó a tener su etapa de esplendor cuando artistas que venían en aquellas caravanas artísticas patrocinadas por la cerveza Corona se hospedaban en sus instalaciones, estratégicamente ubicadas justo a un costado del Cine Curto, donde hacían sus presentaciones.

Por esos cuartos llenos de historias pasaron artistas como María Victoria, antes de que se hiciera famosa como La Criada bien criada; Javier Solís, siempre acompañado de Lilia Prado; Tongolele, José Alfredo Jiménez y Los Panchos, entre muchos otros.

¿Los reconoce?

“Entonces no había carretera y cuando se atascaba el camión nos bajábamos todos a puchar”, menciona Shigueto, quien junto con su hermana Ernestina se hicieron cargo de la administración del hotel al inicio de los setenta.

“A Luis no le gustó dedicarse a la administración del hotel, el prefirió irse por el lado de la política”, comenta Shigue de su hermano mayor, quien fue escalando posiciones en lo local hasta convertirse en delegado de Turismo en el sexenio de Samuel Ocaña (79-85) y que durante muchos años fue referente en la materia, promotor del intercambio turístico con Arizona.

Pasó la época de oro de las ficheras, el tiempo de las glamorosas vedettes que atraían como moscas a la miel a los visitantes de la zona roja de la calle Sexta y el hotel siguió funcionando hasta que en 2001 fue devastado por un voraz incendio que inició en la tienda Faci.

Más que la cuestión material, lo que más lamenta Héctor es que entre las llamas perdió un montón de fotografías familiares y objetos preciados que le traían gratos recuerdos.

Luego vino la reconstrucción del edificio, respetando la arquitectura original, imagen de muchas postales de la ciudad, y que tarde o temprano heredarán Minoru, Seiji, Daniel y Sayuri Katsurayama-Pullin, la tercera generación de la dinastía, ya mezclada su sangre japonesa con la mexicana.

Ernestina Chioca tienen 85 años, vive en Yuma y hasta hace dos meses todavía conducía su propio carro para visitar a su hermano Shigueto en San Luis “pero ya se lo quitaron, porque la otra vez chocó por atrás a otro carro en la fila… se quedó dormida”. @

 

 

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