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Apuntes sobre la frontera y las identidades regionales de la Baja California I

Para realizar la interpretación sociocultural de las identidades, dentro del marco de su historia y su memoria colectiva, es importante trabajar en la comprensión de las múltiples simbologías de la región, de sus culturas institucionalizadas, de los movimientos sociales instituyentes, de los valores regionales, de las nuevas ciudadanías y las identidades sociales emergentes.

La identidad está sujeta a la historicidad. Toda identidad al ser histórica, tambiés es situada. Se puede explicar a partir de los cruces de espacio y tiempo. Con el establecimiento de la frontera entre Baja California, México y California, Estados Unidos de América, en el artículo V del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848,  comenzó a escribirse la historia de la frontera. Del alejamiento con el centro del país y la amenaza constante de las invasiones filibusteras, se pasó a la “nacionalización” de este territorio a través del poblamiento, acciones que contribuyeron a crear un crisol cultural que caracteriza hasta la actualidad a la Baja California.

La frontera ha sido imaginada desde el centro de México y desde las industrias culturales norteamericanas. Desde su fundación hasta nuestros días, ha sido representada de múltiples formas. En las atribuciones de significados, desde la alteridad y la otredad, descansa buena parte de los sentidos identitarios fronterizo-bajacalifornianos de la actualidad y dentro de esos marcos intersubjetivos se construyen las representaciones sociales.

Las representaciones e interpretaciones de la frontera construidas desde el centro de México, regularmente, han estado cargadas simbólicamente de manera negativa, colmadas de prejuicios y estereotipos. José Manuel Valenzuela, explica en su obra académica que Baja California es un lugar atrapado en el conflicto por la significación. Crecimos en la frontera, en ese laberinto semiótico, desde antes, los chichimecas eran los vituperados por el imperio central.

En el cine como en la literatura y otras disciplinas artístico-culturales, la frontera ha sido un elemento magnético que ha suscitado gran interés en las distintas épocas. Fernando Vizcarra, ha expuesto en su obra académica y literaria, que lo fronterizo ha sido retratado en el cine, con sus diferencias y matices, como un lugar de situaciones límite, un espacio de aventura, un territorio sin orden y sin ley, un lugar en donde la gente se juega la vida y donde se debaten estos modelos de sociedad que se construyen en los imaginarios sociales. La frontera como ese lugar extremo que representa la ilegalidad, la emergencia del país y sobre todo la encarnación de la violencia.

En términos de identidad y cultura de frontera debemos tener en cuenta ciertas particularidades que se construyen desde lo global, pero, que se expresan específicamente en el espacio local.

A la luz de las condiciones actuales, las regiones fronterizas en general y la de Baja California-California, en particular, ha cobrado cierta relevancia en algunos espacios de la escala global; la región transfronteriza adquiere interés, en un contexto donde las aldeas globales que ahora son las ciudades fronterizas del norte mexicano, crean su propio discurso, su relato y poética regional-cosmopolita, como escribió alguna vez Gabriel Trujillo Muñoz.

Sigamos pensando la frontera desde la frontera, en el escenario del surgimiento de nuevas identidades y agendas sociales emergentes. Ahora que comienza la configuración de “una nueva normalidad” o “una realidad inédita”, ahora que se reinician los debates sobre los mitos de origen de lo mexicalense y las aportaciones de la cultura China.

*[No. 22/2021]. El autor de esta publicación es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

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