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Olimpiadas 2020. Comunicación, Nacionalismo y Orgullo Regional

Los juegos olímpicos Tokyo 2020 celebrados entre el 23 de julio y el 8 de agosto del 2021, pueden ser interpretados desde las narrativas centradas en la exaltación del orgullo como dimensión emocional de la identidad y el sentido de pertenencia. Banderas, himnos y colores patrios son la plataforma simbólica sobre la que se construyen sensaciones nacionalistas ligadas a la competencia deportiva.

La XXXII Olimpiada es atípica de origen, por su extemporaneidad. Tiene la marca de la pandemia. Los juegos deportivos se realizan sin público presente. Es un evento eminentemente mediatizado. Se experimenta a través de las pantallas. Las televisoras no representan el eje central de la comunicación. Los entornos sociodigitales figuran como el principal escaparate para las audiencias globales. Estos rasgos pueden entenderse como rupturas –algunas coyunturales- en el hilo histórico de las olimpiadas.

Si existen rupturas, también hay continuidades. Los vínculos entre poder político, deporte y nacionalismos, se mantienen. El profesor Ørnulf Seippel señala que los estudios sobre deportes y nacionalismo son importantes porque la actividad deportiva es omnipresente en las sociedades modernas tardías y muy a menudo involucran abiertamente dimensiones nacionalistas. La amplia convocatoria de audiencias a nivel global y las elevadas cantidades de recursos que se les destinan, los convierten en fenómenos relevantes para los estudios de la cultura y la comunicación.

Una mirada de interés para quien esto escribe, radica en los significados sociales de ciertas expresiones de emocionalidad enraizadas, en un supuesto orgullo nacional, que se comunican insistentemente en medios y redes sociodigitales. Hashtags de trending topics destacan la palabra orgullo, orgulho en portugués y pride/proud en inglés. No importa el país, ni sus religiones, ni su nivel de desarrollo, ni su forma de gobierno. Las imágenes muestran posturas erguidas en señal de victoria. Deportistas que exhiben sus medallas como símbolo de triunfo. Las notas de los himnos y los colores de uniformes emanados de las banderas nacionales. Conquista. Lágrimas. Esfuerzo. Estos son los componentes esenciales de la construcción simbólica de identificaciones nacionalistas y de orgullo regional, en los juegos olímpicos.

Para Sullivan, el orgullo colectivo es una emoción generalizada que puede aparecer dentro de un grupo social cuando sus integrantes se apropian y ponen en práctica ciertas características positivas de su identidad grupal. Al establecer comparaciones o sana competencia de manera pacífica con otros grupos, suelen verse a sí mismos como “exitosos”.

El orgullo como emoción social es una construcción simbólica basada en el lenguaje. Es relacional. Puede observarse en momentos de efervescencia que refuerzan el sentido de pertenencia a una nación o una región específica. Por ello, los atletas originarios de Mexicali, Luis “El abuelo” Álvarez, medallista de bronce en tiro con arco –en equipo con la sonorense Alejandra Valencia- y Alexa Moreno que logró su pase a la final para competir con las mejores gimnastas del mundo en salto de caballo, se han convertido en referentes del proclamado orgullo nacional.

En la escala regional afloró el orgullo bajacaliforniano y en la escala local tomó forma el orgullo mexicalense-cachanilla. Todo emana y se alimenta de una narrativa mediática basada en imágenes, audios y textos. Los contenidos proyectan la bandera de México ondeando y secuencias en video de Alexa y El abuelo, en sus respectivas actuaciones. Con estribillos del himno nacional y múltiples representaciones del verde, blanco y rojo que se fusionan con el Cerro del Centinela y la Laguna Salada, dos geosímbolos en los que descansan ciertos sentidos de identidad, pertenencia, arraigo territorial y orgullo de los mexicalenses.

*[No. 41/2021]. El autor de esta publicación es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Humanas, UABC.

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