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La clave de la información

Patriotas y apátridas

Ana Lorena Moreno Garay *

 

En Mexicali, durante las manifestaciones de principios de año, marchamos orgullosamente miles de ciudadanos. Ejercíamos el derecho a expresarle al gobierno nuestro descontento presurizado por los aumentos que resultaron de las políticas públicas municipales, estatales y federales, así como alguna que otra monería de la Legislatura local que recién calentaba motores, llámese específicamente, la Ley del Agua.

Pasadas las primeras dos manifestaciones, aquella vibrante fibra social que se hizo presente en las calles del Centro Cívico, ya tenía tejedores. Tejedores sin rueca política aparente, que momento a momento, iban hilvanando una supremacía de marca, para la apropiación sistemática del entonces movimiento social emergente. Sin embargo, la rueca política vino después, así se dio la coyuntura. Todas las facciones partidistas querían cobijo, pero pasaron frío una a una.

En la Plaza de los Tres Poderes, se forjaba lo que ahora se conoce como Mexicali Resiste. Un movimiento comunitario que poco a poco fue perdiendo presencia ciudadana para ganar presencia en medios sociales, intercambiando inadvertidamente, participación directa por audiencias en redes. Actores, voceros y demás iban y venían de una semana a otra, siendo aplaudidos o desconocidos con igual frecuencia; pero a ocho meses de gestación del movimiento, aún retienen la atención de gobierno, medios y ciudadanía, aunque en menor intensidad que al principio.

En recaudación del estado, se instaló un club de motociclistas con sus objetivos muy bien definidos. Amables y negociadores, consiguieron lo que buscaban y desalojaron su nido; mismo que, inmediatamente después, fue ocupado por otro líder social. El resto de los campamentos se sumaron a una estructura operativa basada en el consenso, o por lo menos eso se difundía con insistencia.

Apostados en campamentos de vigilancia en cada puerta de acceso y salida de los edificios legislativo, ejecutivo estatal y ejecutivo municipal, los ciudadanos a predilección seleccionaron campamento y marcaron su terreno. El edificio del Poder Judicial siempre quedó libre, no obstante, la problemática de la seguridad, incesantes robos con lujos de violencia y otras tantas agravantes de la impunidad.

El sentido de pertenencia y comunidad era palpable en los campamentos, al igual que la decadencia de afinidades y estilos, poco tiempo después. Infinidad de ciudadanos se retiraron molestos, confundidos u ofendidos por los tratos hostiles recibidos. El gobierno, ya con varios intentos fallidos por conciliar, aprovechó la crítica que permeó en redes sociales para declarar que Mexicali Resiste no representaban a la ciudadanía. ¡Qué valientes! Ellos tampoco. Y desde entonces, se acabaron las negociaciones y se pasó a la represión, de frente, velada o pagada, pero represión al fin.

El descontento al interior de Mexicali Resiste, llegó al punto de crear facciones, subgrupos, agendas diversas, estructuras interdependientes, cabilderos, asesores legales y un sinfín de codependencias y ramificaciones. La diversificación de tareas, voces, caras y opiniones, llevó a que la ciudadanía menos involucrada y absorta en la rutina diaria, asimilara esta confusión en una generalización que, hoy por hoy, se expresa de manera coloquial y de facto: toda manifestación de oposición al gobierno es Mexicali Resiste.

Pero la realidad es otra muy distinta. Hay voces a favor y voces en contra. Voces honestas, nuevas, estridentes o congruentes; voces repetidoras, ignorantes, compradas o libres y cuestionadoras. Lo que no hay, son respuestas.

El llamado nacional a levantar la voz y salir a las calles que los integrantes de Célula 686 bien supieron encausar, no les redituó más allá que una palmada en la espalda y un empujón fuera de la plataforma central de la movilización masiva de ciudadanos. Tímidamente, se retiraron de la escena para más tarde congraciarse y adherirse a iniciativas de ley impulsadas por empresarios. Salieron de nuevo a la luz pública meses después, al difundir sus esfuerzos de apoyo el sistema anti-corrupción estatal y más recientemente, a ocasionar una burda pelea de gallos en el palenque mediático gubernamental ávido de ganar, por lo menos, una batalla.

Que, dicho sea de paso, también perdieron gracias a la intervención de Raúl Reynoso, director general de Comunicación Social del estado y su infame intento por amedrentar a Heriberto Norzagaray, querido y popular comunicador mejor conocido como “El Sopas”, según lo denunciado púbicamente por él mismo en su programa de televisión. Causó tanto revuelo el suceso, que ya no se supo bien a bien si Edgardo “Chito” Silva, cuñado de Reynoso, defendía al gobierno y a la cervecera o si el gobierno y cervecera le daban de comer y beber; que para el caso es lo mismo. El cometido era acallar las voces adversas al gobierno y a la compañía Constellation Brands.

Aun así, hay que entender que Célula 686 cumple su función dentro del gran espectro de generación de opinión pública. Lo mismo va para Mexicali Resiste y decenas de otros grupos y líderes sociales, civiles, comunitarios, profesionales, mediáticos, empresariales, laborales, gubernamentales y afines. Desde el Valle de Mexicali y la ciudad, hasta cada uno de los ciudadanos de todos los municipios de Baja California que emiten su voz, todos, cumplen una función. Cada uno a través de su contribución, ha hecho tangible en estos ocho meses de lucha –o más– la gestación de los cambios necesarios para el desarrollo, ya no el económico, sino el desarrollo de conciencias. Hoy estamos más cerca que lejos.

El pliego petitorio, abandonado en el camino, fue rápidamente reemplazado por la defensa del agua, encabezada por Rigoberto Campos González, carismático líder de los agricultores del Valle de Mexicali, hombre de esos de una sola pieza. De todos los reclamos sociales enunciados como válvula de escape a principios del año, la defensa del agua iniciada generaciones antes que el mismo Ingeniero Campos naciera, es la que persiste y es la que prevalecerá.

El catalizador de la enorme aversión pública hacia Constellation Brands, una compañía con una huella hídrica inapropiada para la zona, ha sido el reconocimiento de que el gobernador del estado y amigos cercanos tienen un interés por esta empresa, más allá del interés y atención recibidos por los ciudadanos de parte del gobernador, y que, para cumplir su visión de prosperidad, están dispuestos a ceder el recurso natural limitado del agua de los bajacalifornianos, a costa de lo que sea, principalmente de la sustentabilidad y factibilidad del campo.

Entonces, en el origen histórico de lo que define lo que somos, en esa esencia del principio ciudadano de procurar el bien común y pertenecer a algo más grande que uno mismo, como lo es un país y la protección de su soberanía; justo ahí, es donde se distinguen patriotas de apátridas.

 

*Columnista invitada, es comunicóloga, estratega y especialista en relaciones comunitarias.

analorenamorenogaray@yahoo.com

 

 

 

 

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