TODOS ENTRAN, PERO NO TODOS SALEN
Al menos una decena de accidentes, muchos de ellos fatales, se han registrado durante la tradicional travesía que se realiza dos veces al año a través del Gran Desierto de Altar, la más importante en el marco del 20 de noviembre. Apenas el pasado domingo, en la primera entrada de 2024 fallecieron en terrible volcadura el doctor Fernando Hidalgo y su acompañante a quien de cariño llamaban “Cilantro”.
Humberto Melgoza Vega
SAN LUIS RÍO COLORADO.- La travesía por el Desierto de Altar se ha convertido en un deporte extremo de alto riesgo en donde no siempre se cumple al pie de la letra el refrán de los “travesilleros”: Todos entran, todos salen…o sí salen, pero a veces lamentablemente sin vida.
Convertida en toda una tradición por décadas, la travesía se ha convertido en la única en su tipo, atrayendo visitantes de otras latitudes que se suman al reto de domar las dunas como lo hicieron los pioneros que sobreviven entre los que se encuentran Irineo Campa, Ezequiel “Cheque” Valtierra, Raúl “Lobitos” González Valenzuela, Ramón Emazón Huízar y el doctor Juan de Dios Gutiérrez, entre otros.
Actualmente ya son tres generaciones de travesilleros, con al menos 57 clubes formados, quienes participan en las dos travesías, la de inicio de temporada que se realiza en febrero y la gran travesía que se celebra el 20 de noviembre, un recorrido ida y vuelta de aproximadamente 90 kilómetros en donde han llegado a participar hasta mil vehículos.
A la travesía viene gente de Baja California Sur, de Baja California, de Sinaloa, de Phoenix, personajes de la política nacional y regional como Manuel Espino Barrientos, Gerardo Priego, así como el empresario Ricardo Bours junto con sus sobrinos, hijos de su hermano el ex gobernador de Sonora, Eduardo Bours Castelo, entre muchos otros que prefieren guardar bajo perfil.
Aunque ellos lo niegan, esta actividad que realizan los travesilleros podría considerarse como parte de una elite que no sólo gusta de las emociones fuertes y que la adrenalina corra por sus venas sino que además tienen la capacidad para invertir miles de dólares en los vehículos adaptados, especiales para surcar el desierto.
Originalmente, la travesía se realizaba partiendo de donde se encuentra la Caseta Fitosanitaria en la carretera a Sonoyta y salían rumbo al Golfo de Santa Clara, en las inmediaciones de El Columpio.
En los años recientes han ido modificando la ruta, ahora se meten por la avenida Dalias, a la altura de donde inicia la carretera costera que conecta hasta Puerto Peñasco y de ahí se van bordeando por la orilla del canal hasta internarse en el majestuoso Desierto de Altar, donde también se encuentra el volcán de El Pinacate, declarado patrimonio universal de la humanidad.
Antes de internarse en el desierto, los experimentados pilotos y sus acompañantes dedican semanas a preparar sus “juguetes”, que deben estar debidamente entubados, con la suspensión reforzada, obviamente deben ser tracción 4×4 y los cinturones de seguridad de cinco puntos a manera de arnés, especiales para corredores con los que quedan literalmente amarrados al asiento.
Algunos clubes como los Cruzeros ya les están exigiendo a sus miembros que usen cascos, los cuales resultan muy útiles en caso de una volcadura.
Luego de participar en la contingencia, donde afinan los últimos detalles, conviven y se toman unas cervezas con los amigos, con la bendición de sus esposas, madres, hermanas, hijas se lanzan a la aventura, encomendándose a Dios en la misa que se realiza para los duneros en la travesía del 20 de noviembre.
“En la misa hay una bendición de las llaves y cada quien se encomienda al santo de su devoción. En mi caso tengo cinco años llevando a mi hijo como piloto y le enseño qué es lo que se puede hacer y qué no, porque todas las dunas son peligrosas”, señaló Rubén “Gallina” Esquer, integrante del Club Cruzeros, que reciben su nombre por la enorme cruz erigida en pleno desierto en memoria de finado periodista Benjamín Flores.
Con las coordenadas enviadas por WhattsApp o correo electrónico, con refacciones, extras, víveres, bebidas, antídotos, brújulas, GPS y un largo etcétera los pilotos y sus acompañantes se declaran listos para la travesía que podría cambiar sus vidas para siempre.
Respeto
La tarde del pasado domingo 25 la trágica noticia corrió como reguero de pólvora, en gran medida gracias a las redes sociales donde se viralizó el video del accidente en el que perdieron la vida el doctor Fernando Hidalgo Corrales y su acompañante, José Ángel Valdez alias “Cilantro”.
La imagen es estremecedora: no se sabe si el piloto tomó de lado la falda de la duna conocida como “Culito del Diablo” o como “Hoyo del Culito” o si sufrió una falla mecánica, el caso es que el pick-up Chevrolet modificado comenzó a dar vueltas sobre su costado izquierdo y en su trayecto expulsó a los cuerpos de los tripulantes que fueron aplastados por la pesada unidad.
En un video que se grabó antes del accidente se alcanza a apreciar que “El Cilantro” lleva puesto el cinturón de seguridad, pero es el original del pick-up y no de 5 puntos que son los más seguros en caso de una volcadura y que ya han salvado la vida de algunos travesilleros en accidentes anteriores.
El accidente tipo volcadura en el que perdió la vida el conocido doctor Hidalgo, quien además de su consultorio particular prestaba sus servicios como internista en el IMSS, revistió de un mayor dramatismo ya que detrás de él iba su hijo a bordo de un RZR y no pudo hacer nada para salvar la vida de su padre, a cuyo cuerpo se aferraba entre llantos desgarradores.
Sin menospreciar a “Cilantro”, la muerte del doctor Corrales causó gran impacto en la sociedad sanluisina, debido a que era muy conocido y todos lo tenían en un buen concepto, tanto como médico como persona.
Si bien el accidente tipo volcadura donde perdieron la vida el doctor Hidalgo y su co-piloto es el más reciente y el que más difusión ha tenido –la noticia fue retomada por medios nacionales e internacionales como Telemundo, N+, Excélsior y la influyente revista Proceso, entre muchos otros– está lejos de ser el único.
Entre algunos de los peores accidentes se encuentran el Don George Noriega y de Martín López “El Apenitas”, quienes vivieron para contarla por allá el 2001, el primero sacado de emergencia en helicóptero.
Otro peligroso accidente fue el que vivió Manuel “Meño” Vélez, quien en 2013 sufrió aparatosa volcadura que lo mantuvo al filo de la muerte y aunque logró sobrevivir, quedó cuadrapléjico como para no volver a conducir nunca más un vehículo en su vida.
El Meño Vélez es un ejemplo viviente de lo peligroso que puede llegar a ser el desierto hasta para el piloto más experimentado.
En el 2016 falleció Xavier Cano, quien venía de Nogales; José Monge murió durante la travesía de 2020 al sufrir una volcadura en la Duna Reina y en 2023 le tocó la de malas a Ramón Rodríguez.
Por lo regular, los accidentes fatales han ocurrido con invitados que van en la parte trasera de las unidades o que no toman las debidas precauciones, como abrocharse de manera adecuada los cinturones de seguridad, por eso se ponen cada vez más estrictos con los invitados.
En uno de esos accidentes tipo volcadura uno de los tripulantes que traía casco fue decapitado al ser aplastado por el jeep en el que viajaba y la cabeza llegó rodando hasta el hoyo, como una bola de boliche, ante la mirada atónita de los demás participantes.
No han sido pocos los incidentes donde alguno de los travesilleros se queda varado en medio del desierto, como le pasó al Chava Gallardo, quien se separó del grupo y no traía radio y que fue rescatado luego de permanecer dos días en el Gran Desierto de Altar con un cuadro severo de deshidratación.
Aun con los peligros que encierra, los duneros ya se preparan para la travesía del 20 de noviembre, en donde ahora sí esperan entrar todos y salir completos. @