Los mayos, ecos perdidos en el desierto
Entre tradiciones, sabores, cultos y una realidad social mágica y espiritual pero también guerrera y sangrienta, las historias perdidas del ancestral pueblo Mayo echan todavía sus raíces en las tierras sonorenses que vieron nacer a los devotos “hijos del venado” que hoy, igual que ayer, siguen luchando por la supervivencia, y contra el olvido
Bibiana García Garza
Un recuerdo imprescindible para las actuales y venideras generaciones que habitan estas tierras son las memorias, costumbres y tradiciones de la cultura Mayo, que además identifican a todo sonorense con sus orígenes y les acerca a sus antepasados.
A pesar de ello, su historia se desdibuja en el desierto mientras la sociedad actual, en ajetreo del día a día y la absorción de las nuevas tecnologías, olvida su importancia como parte esencial de lo que compone a lo que hoy es el pueblo de Sonora junto con su gran y mágica mezcla de sangres que lo integran.
En un afán por rescatar ese conocimiento ancestral y motivar al aprecio verdadero de lo que se conoce como ´nuestras raíces´, la escritora sanluisina, Alicia Hinojosa García, se dio a la tarea de materializar en un libro una serie de relatos, anécdotas, cuentos, poemas, creencias y hasta recetas de cocina del pueblo Mayo.
Es justo en la presentación de dicha obra “Los hijos del venado”, publicado este año, en donde la autora deja al descubierto esta realidad social y espiritual de la más grande comunidad indígena de Sonora cuyos rituales y vestimentas se han convertido en un ícono que nos representa.
Esa realidad habla de los significados y cosmogonía de los mayos, pero también habla de los contrastes a los que se enfrentan hoy en día envueltos en una sociedad moderna y globalizada, así como en una entidad tan cercana a los Estados Unidos y en un país que históricamente ha apoyado muy poco a las comunidades indígenas.
*Los hermanitos flor
La nación Mayo se sitúa en el sur de Sonora y sus alrededor de 32 mil habitantes se encuentran distribuidos principalmente entre los municipios de Etchojoa, Huatabampo y Álamos, generalmente viven a lo largo de la orilla del Río Mayo, distribuidos en 242 localidades.
Una gran cantidad de ellos (38 mil), también residen en el vecino estado de Sinaloa, y comparten similitudes con la nación Yaqui además de que su lengua proviene del tronco Yuto Nahua a la que pertenecen también los pimas y los rarámuris.
Pero si hay que señalar algo verdaderamente importante de este pueblo de cualidades místicas, es la profunda comunicación que mantienen con su entorno y con la naturaleza., afirma Alicia Hinojosa, quien convivió con los integrantes de estas comunidades durante más de 15 años antes de escribir su libro.
“Es una etnia con un profundo conocimiento de la naturaleza y que además ha sobrevivido al pisoteo de quienes en algún momento llegaron y quisieron desplazarlos porque creyeron que no valían nada”, señaló.
Es por eso y por sus propias raíces, que se dedicó a recolectar las memorias de un pueblo que, dice, está perdido en el desierto aunque a lo lejos se escuchan todavía sus cantos y la música celestial de los tenábaris.
Esa experiencia, cuenta, sólo pudo obtenerla tras una verdadera convivencia con los integrantes del pueblo Mayo, compartió con ellos el pan y la sal, sembró con ellos, celebró sus alegrías y sufrió también sus mismas penas, lo que le permitió aprender de ellos y el sentido que le dan a la vida, uno quizás más consciente, sugiere, que el resto de la ajetreada sociedad, enajenada con los celulares y las computadoras.
Es entonces cuando se advierte en realidad que todas las tradiciones, vestimentas, ceremonias y hasta gastronomía de este pueblo iban más allá de lo que la gente comúnmente conoce como “folclor” porque se trata de “auténticos actos de amor”, describe la escritora.
Tanto la Danza del Pascola como la Danza del Venado, explica, son proyecciones de un amor profundo y verdadero a la naturaleza así como de la fe, de la lucha entre el bien y el mal, y de un agradecimiento genuino al universo.
Es cantar y danzar a la tierra, al hermanito flor, agrega, como le llaman al venado considerado como una figura sagrada y pura para los mayos.
“Ellos viven en esa consciencia de que el hombre convive con la naturaleza y es uno con ésta, y eso va más allá del folclor, todo tiene un sentido, la Danza del Venado es un acto de esperanza también”, compartió Hinojosa en la última presentación de su libro en el Centro Universitario de Sonora (CUT).
Por toda esa riqueza en costumbres, sabiduría, rituales y tradiciones, como también las de los Días de Muertos y la Cuaresma, considera la autora, el pueblo Mayo es uno que merece ser honrado a través de la difusión de su herencia.
“Se debe heredar su conocimiento y transmitirse, a través de la música, del arte, sobre todo ese lugar y sentido que le dan a todo, la belleza de sus tejidos, sus telares, sus tendidos y la riqueza de su gastronomía”, abundó.
Precisamente, reconoció que en Sonora no mucha gente sabe lo que significa la Danza del Venado y que en realidad se trata de una metáfora de las creencias judeocristianas siendo que la figura del venado representa a un salvador divino que se sacrificó por el pueblo para salvarlos de los coyotes y de la hambruna.
“La historia nos habla de un salvador, el venado da su vida por el pueblo Yoreme y su sangre, lo mismo que Cristo; habla de un salvador que puede ser cualquiera, tú, o yo, o cualquiera”, externó.
*El deber de la sociedad
El rescatar todo este conocimiento, sin embargo, recae en los hombros de toda la sociedad, tanto de adultos como de jóvenes, pues sólo ello logrará que se despierte la consciencia histórica para honrar a quienes honor merece, señala Alicia Hinojosa.
“Sin ellos estamos incompletos, sin sus libros, sin su herbolaria, sin sus conceptos básicos de la creación, o sin su psicomagia, su lengua y su vocabulario”, expresó.
Además, menciona, los mayos representan una lección para los sonorenses, al igual que muchas otras comunidades indígenas para toda la humanidad pues representan una oportunidad de no cometer los mismos errores del pasado y alcanzar a abrazar todo aquello que en otros tiempos fue motivo de guerra, racismo y segregación.
“Ya se ofendió mucho a nuestros ancestros en el pasado y todos aprendimos mucho de eso, inclusive también los mismos indígenas”, añadió.
Por otra parte, recalcó, es vital que se lucha para que no se pierdan lenguas tan importantes como la Cucapá, por ejemplo, pues asegura que se trata de nuestras lenguas madres que deben conservarse como un tesoro, aún a pesar de que algún día dejaran de utilizarse.
“Despertar es un deber de la sociedad, despertar la energía de la consciencia y recordar, no dejar la historia de estas tribus borrada en el desierto porque ciertamente son la proyección del lugar en donde nacimos”, apuntó.
En ese sentido, consideró que los gobiernos han hecho buen trabajo, al menos en San Luis Río Colorado, Sonora, para promover la historia y preservar estas comunidades, al menos en la memoria, aunque queda todavía mucho por hacer a nivel estado, dijo, a nivel país.
Inclusive, hizo un comparativo con otras comunidades indígenas como los Dakota del Norte en Estados Unidos por el conflicto del oleoducto en donde se violaron los derechos humanos de cientos de amerindios cuyas tribus se unieron para defender su patrimonio, cosa que no sucedió cuando el conflicto en la mina de Cananea hace unos años, lamenta.
Aun así, concluyó la escritora, “Los hijos del venado” es un pretexto para honrar la vida, reconocer y compartir a través de la lectura sus vivencias al lado de aquellos que son “de la tierra de todos y de nadie”, los viejos, la vida, y la muerte.

