La Prensa, voló como el viento
El periódico La Prensa representa hoy en día un referente obligado al hablar de la historia de los medios de comunicación en San Luis Río Colorado y de un nuevo modo de hacer periodismo de cara al oficialismo que prevalecía a principios de la década de los 90; semillero de jóvenes periodistas y escenario de cientos de batallas libradas a diario entre tinta, sudor… y sangre
Bibiana García Garza
Muy pocos rotativos han causado tanto impacto en la región y en los habitantes de una comunidad como el diario La Prensa en San Luis Río Colorado, inclusive, se podría decir que ninguno en todo el estado de Sonora hasta la fecha, menos ahora con la sobre-oferta informativa que permea a través de internet y redes sociales particularmente.
De no haber caído en la quiebra como ocurrió en 2014, este año hubiese cumplido 25 años desde que un joven Benjamín Flores, inquieto y lleno de sueños, anhelos y proyectos lo fundara primero como semanario en 1992.
Este diario, no obstante, permaneció 22 años en circulación sin que un solo día se suspendiera la publicación, a excepción de sus últimos meses de vida en los que apenas subsistía y agonizaba sin la compra de publicidad a manos del ex alcalde priísta, Manuel Baldenebro Arredondo, quien la adquirió en 2011, cuando inició el debacle de la empresa.
A lo largo de esas dos décadas se transformó el estilo periodístico para siempre en esta ciudad, así como la manera de percibir e interpretar el acontecer diario en los lectores.
El poder de este medio, pues, despertó una nueva conciencia social al abrir Benjamín Flores la brecha a un periodismo crítico e intrépido, muy adelantado a su tiempo, dirían algunos.
Flores González, quien este sábado cumplirá 20 años de haber sido acallado por las balas y precisamente a las afueras de las oficinas de La Prensa, era un apasionado de la política y, sobre todo, de los ideales del periodismo, la democracia y la libertad de expresión, lo que reflejó tanto en su carácter y en todas la ediciones de su periódico así como en cada línea que escribía en sus columnas, reportajes y notas informativas.
Ríos de tinta corrieron sin cesar durante esos 22 años, entre éstos también corrió la sangre de Benjamín, que quedó impresa para siempre en la memoria no sólo de su familia, amigos cercanos y compañeros de trabajo, sino también en la de la comunidad entera, conmocionada por un crimen que silenció la voz del periodista, pero no detuvo su invaluable legado.
La primera edición de La Prensa vio la luz del alba un 9 de julio de 1992 (semana del 03 al 09 de julio) bajo la dirección del ´Benja´, quien fungía como jefe de información, editor, reportero, administrador y vendedor de publicidad.
Inicialmente, el equipo estaba conformado por Martha Rueda, Bernardo Fierro, Fito López, Roberto Rodríguez, Norma Montaño, Omar Valenzuela, Lety Corrales, Pablo Cruz, el monero José Luis Guzmán y Leticia Soria, quien por cierto, fue la única que siguió al pie del cañón hasta la última edición del periódico en julio del 2014.
Todos los colaboradores eran amigos de Benjamín, quien había formado una sociedad para el manejo de la naciente empresa que gradualmente se hacía de la publicidad que empezaría a ayudarle a subsistir mientras su éxito en ventas subía como la espuma.
A la vieja usanza, el semanario se imprimía en la imprenta del periódico La Crónica de Mexicali, Baja California, a donde había que llevar personalmente las hojas en cajas de cartón, previa edición y diseño, pegadas a mano y con fotografías recién reveladas, un proceso de producción casi artesanal para lograr que al finalizar la semana se distribuyera a partir del mediodía.
Fue en esas oficinas, localizadas por la avenida 16 de Septiembre y calle Cuarta, en las que todavía existía un cuarto obscuro para revelar las fotografías, en donde se registraron hasta cuatro atentados, y aunque no pasaron de pedradas en los cristales del edificio y daños hechos al techo del mismo, también se recogieron algunas amenazas.
Desde entonces, las incendiarias notas de La Prensa provocaban escozor tanto entre políticos como entre delincuentes por lo que Benjamín desde el principio adjudicó los ataques al edificio a las palabras que escupía como balas en sus notas y columnas, siempre en el nombre de la justicia y bajo los ideales de un periodismo libre y sin cortapisas.
Quizás desde el principio supo que llegaba demasiado lejos con sus señalamientos, coinciden sus más allegados ex compañeros de trabajo, pero eso nunca le importó, su actitud fue siempre temeraria y obstinada, lo que finalmente le costó la vida.
En tanto, el semanario continuó también haciendo mella en el único periódico sanluisino que se publicaba entonces, al menos el más prestigiado: La Tribuna, propiedad de la Organización Editorial Mexicana (OEM) de Vásquez Raña que, como bien se sabe, trabajaba entonces con la impronta del oficialismo del partido hegemónico en el gobierno, tanto que hasta la conocían como “La PRIbuna”.
Sin embargo, no fue hasta dos años más tarde, el 26 de octubre de 1994, que el semanario La Prensa se mudó a las oficinas de la avenida Tlaxcala y calle Sexta y a los pocos meses se convirtió en diario, lo que sin duda tambaleó fuertemente a su competencia inmediata en medios impresos.
Eran tiempos en los que la gente se levantaba temprano para alcanzar una edición de La Prensa sólo para enterarse de todo aquello que los demás medios callaban, incluyendo algunos noticieros transmitidos por radio, el periódico se agotaba en un par de horas.
“Cuando empezó La Prensa no se hablaba de política ni de políticos, no se hablaba de narcos, luego Benjamín empezó a sacar cosas y la gente empezó a abrir los ojos, antes era nomás lo que decía la Tribuna, por eso el éxito del periódico entonces”, cuenta Rosario Peña Prado, quien desde 1995 empezó a laborar en la empresa como correctora de estilo y más tarde como editora.
Con esa línea editorial cobijada por la célebre columna “No Confirmado” de Flores González, se manejaba el contenido del periódico entero, entrevistas directas y sin edición, encabezados vibrantes y que se acercaban peligrosamente a incomodar de más a criminales que más tarde no perdonarían haber sido exhibidos a la luz pública.
Ya para entonces se fueron uniendo al equipo de La Prensa reconocidos reporteros de la localidad siendo este periódico el escenario que les permitió desarrollarse y en donde pudieron firmar y publicar sus primeros trabajos de investigación periodística, mientras que otros se añadieron en otros departamentos de gerencia y publicidad como María Inés Pérez Esquer y Liliana Camargo.
También se integraban “reporteros ciudadanos”, modalidad que Benjamín impulsó desde sus inicios, así como aquellos que se convirtieron en los columnistas favoritos del pueblo como el Nico y el Bate Burro, al igual que un muy joven personaje entonces apodado “El niño” reportero, Alberto Sánchez Mares, quien luego de trabajar desde los 12 años en la empresa hasta 2006, se convertiría en el jefe de información de la actual administración de Enrique Reina Lizárraga.
Por ahí desfilaron Víctor Cubillas, Damián Zavala, Gerardo Torres, Héctor Larios, Jesús Domingo Martínez, Imanol Caneyada y Joel Olea, quienes en 1997 habrían de presenciar a través de la ventana polarizada del edificio y agazapados bajo sus escritorios el asesinato de su jefe y amigo, el director de La Prensa, quien se desvanecía ante sus ojos en medio del sonido hueco y punzante del ´cuerno de chivo´.
*Firmando la sentencia de muerte
Para julio de 1997 el periódico estaba bien posicionado, se vendía, literalmente, como “pan caliente” entre los lectores ávidos por hacer suyas aquellas intrépidas investigaciones en las que se señalaban a los cabecillas de los cárteles de la droga de aquel entonces, gente de Amado Carrillo, por ejemplo.
Dichos señalamientos constantes también incluían a gente del llamado ´clan de los González´, ligado al crimen organizado e integrado por Jaime, Ismael y Gabriel, éste último señalado finalmente como autor intelectual del homicidio entre otros implicados como el “Chichi”.
En las páginas de La Prensa también se encontraban fuertes acusaciones contra el gobernador de Sonora en turno en aquél año y todavía muy activo en la política, Manlio Fabio Beltrones Rivera, así como críticas severas por el sonado caso del robo de media tonelada de cocaína resguarda en las oficinas de la Policía Judicial Federal –hoy PGR-.
Asimismo, se ventiló el caso de las pistas y avionetas propiedad de Bustamante y otros temas ligados a lo que hoy se conoce como narcopolítica.
De ahí el periódico nunca más volvería a ser el mismo, el asesinato perpetrado a las afueras de las oficinas de la Tlaxcala y Sexta marcó entonces una nueva etapa para el equipo de trabajo que en medio del dolor de la pérdida, el shock por lo recién presenciado aquel 15 de julio, y con la sangre todavía fresca derramada en el pavimento y entre costales de cemento, preparó su edición del siguiente día.
*Carrera hacia el final
Post Benjamín Flores, La Prensa continuó como semillero de jóvenes periodistas sanluisinos con el mismo arrojo y escuela de su fundador así como la tarea de dar seguimiento al asesinato.
Tras los jaloneos para determinar en manos de quién quedaría el periódico fue el prestanombres de la empresa en sus inicios, Agustín Chávez Gallardo, quien quedó como director general sin ceder ni vender sus derechos como propietario.
Según recuerdan los más allegados, antes de morir Benjamín estaba preparando un proyecto para ampliar el periódico e inclusive adquirir una imprenta propia para evitar problemas como el que se presentó más tarde, a finales de 1997, cuando un grupo ´mañosos´ interceptaron el vehículo en el que se transportaba la edición e intentaron comprarle todos los ejemplares al encargado de circulación, Fernando Payán.
Este proyecto incluía, además, confirmar una nueva sociedad para compartir los bienes de La Prensa, sin embargo, nunca logró concretarse por lo que el periódico terminó en manos del citado empresario, quien dejó en el cargo de jefe de información al periodista Humberto Melgoza Vega en marzo de 1998, quien permaneció al mando hasta el 2006, precedido por Juan Pedro Morales.
En ese inter, otros periodistas tanto jóvenes como de la vieja guardia siguieron desfilando por La Prensa como Manuel Angulo, hoy director de La Tribuna de San Luis, y Santiago Barroso, quien después de Juan Pedro Morales quedó como Jefe de Información en la etapa final del periódico.
Esa última final estuvo marcada por un suceso que ni el mismo Benjamín Flores se hubiera imaginado pues fue un priísta –contra quienes siempre mantuvo una amigable aversión- quien en 2011 adquirió la empresa con todo y su interminable lista de pasivos, el ex alcalde Manuel de Jesús Baldenebro Arredondo.
Dicha transacción entre la familia Baldenebro se hizo entre representantes del 25 Ayuntamiento y Chávez Gallardo, aunque nunca se dieron a conocer detalles.
Esto además ocurrió en medio de su administración, por lo que se dio el lujo de utilizar el periódico como arma para atacar a sus adversarios políticos así como para promoverse a sí mismo y a sus allegados, lo que se hizo evidente con un repentino cambio en la línea editorial, maquilada desde las sombras por otro antiguo reportero en La Prensa, Jesús Barraza y el ex secretario del Ayuntamiento, Roberto Karam Toledo.
Previamente, el ex presidente municipal habría admitido que sí compró el periódico e inclusive declaró que eso “¿qué de malo tiene?”.
Para mediados de 2011, los empleados de La Prensa tuvieron que trasladar repentinamente sus oficinas a la imprenta de Baldenebro luego de que la casa que albergó a la empresa desde 1994 por la Tlaxcala y Sexta, fuera embargada por un adeudo de más de siete meses de renta.
A partir de entonces, La Prensa se tambaleaba cada vez más por falta de publicidad y recursos para subsistir, sobre todo por la crisis de credibilidad que atravesó con su nueva línea editorial, criticada inclusive por muchos priístas que desde entonces no simpatizaban con el Balde, ni se diga por los panistas.
Entre los años de 2012, 2013 y 2014 los empleados que se dedicaban a la edición y diseño del periódico, junto con sus reporteros se convirtieron en nómadas con el traslado constante de las oficinas de un lugar a otro hasta que empezaron paulatinamente las liquidaciones de los trabajadores, dejando al final a los de mayor antigüedad.
Fue de nuevo el mes de julio el que marcó el final de la última etapa de La Prensa, julio de 2014, recuerda Leticia Soria, la sobreviviente de todas y cada una de las eras del periódico, quien lo vio nacer como semanario y morir a manos de un político; siempre institucional, discreta y dedicada al trabajo, Lety fue la última empleada en ser liquidada.
*Legado extraviado
A pesar de los 22 años en los que se escribió la historia diaria de San Luis Río Colorado en las páginas de este célebre y extinto periódico, de la enorme hemeroteca no quedó nada y son pocos los recuerdos que prevalecen.
Es Lety Soria quien conserva sólo algunas fotografías del álbum de La Prensa, sin embargo, lamenta, de todos los documentos, archivos, fotografías y ediciones únicas ya nada se sabe, es decir, es posible que todo haya quedado en calidad de “extraviado”.
Igual es probable, coincide con Chayito, que esas cajas se encuentren en posesión todavía del doctor Baldenebro o en algún almacén –en el mejor de los casos- pues con tanta mudanza, finalmente se desconoce por completo qué pudo haber pasado con todos esos pedazos de la historia de San Luis Río Colorado y del periódico que marcó un parteaguas en el periodismo sanluisino.
Inclusive, es posible que esas cajas y viejos periódicos, así como toda esa información guardada en discos duros y discos compactos haya terminado en el bote de la basura, perdido para siempre y preservado sólo en la memoria de quienes vivieron esa época de periodismo intrépido antes de Facebook y Twitter, cuando se salía a buscar la nota a las calles y cuando la noticia, sin descanso, sólo se leía en papel.