HISTORIAS DEL CORONAVIRUS. Escape hacia la vida
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La pandemia por el coronavirus está cambiando el mundo como lo conocimos, un escenario apocalíptico que deja a diario miles de muertos, mientras los vivos se están quedando sin trabajo y aunque pronto no tendrán ni para comer, por lo pronto hacen compras de pánico ante la inminente escasez de cerveza. En medio del caos y las imágenes de terror por esta contingencia surge esta historia de sobrevivencia que bien daría para una película.
Humberto Melgoza Vega
MEXICALI.- El 17 de marzo los medios de comunicación daban a conocer los dos primeros casos positivos de coronavirus en Baja California, dos mujeres, de 54 y 58 años, con el antecedente de que habían viajado de Washington a esta ciudad fronteriza.
Las mujeres, unas hermanas residentes de la colonia Nueva, pasaron unas breves vacaciones por Guanajuato, a donde viajaron junto con sus respectivos esposos.
Pero antes anduvieron en vueltas por Mexicali, haciendo una vida normal, hasta unas nieves se comieron en conocida refresquería.
“No me voy a regresar sin antes pasar a saludarlos, para hacer una carnita asada y tomarnos unas cheves”, le dijo por teléfono a uno de sus íntimos amigos y hasta ahí quedó.
A su regreso de la ciudad de las momias comenzó a sentirse muy mal, fue y se hizo el examen y luego de un par de días le dieron la mala noticia de que había dado positivo para COVID-19-, el temible coronavirus.
Lo mismo pasó con su hermana, con los maridos y lo mismo pudo haber pasado con toda la familia si se hubiera llevado a cabo la carnita asada, entre besos y abrazos, sin saber que era portadora, hasta entonces asintomática, del coronavirus.
Eso fue el lunes 16 de marzo y en lugar de internarla en el hospital la mandaron para que se aislara en su casa.
Tendría que estar durante 14 días completamente aislada y aliviarse como Dios le diera a entender.
“Me tienen prisionera en mi casa”, escribió a través del WhatssApp, cuando tenía ánimos y fuerza, a veces no podía ni pelar una naranja.
Afuera de su domicilio, una patrulla de la Policía Estatal vigilaba estacionada las 24 horas para evitar que se saliera de la cuarentena obligatoria, o que alguien entrara a visitarla.
Su único contacto con el exterior era a través del teléfono celular, con el que se comunicaba de vez en cuando con sus amigos más cercanos.
“Ya empiezo a asustarme y angustiarme. Fíjate que hoy temprano comencé a sentirme bien, no me gusta celebrar antes de tiempo pero lo hice, a todas las personas que me escribían les decía que mejor que ayer, porque así me sentía, pero ahorita me empecé a sentir igual que antes…”, relató a través del chat.
Cuando recién la diagnosticaron positivo al COVID-19 les dijo a los médicos que la enviaran hacia Estados Unidos, porque tiene la ciudadanía americana, pero no le hicieron caso.
Durante el aislamiento, con la patrulla estacionada frente a su casa, su familia le llevaba comida y se le dejaban en una bolsa de plástico, colgando del cerco.
Cuando los vecinos se dieron cuenta salieron a protestar, porque no querían a alguien enfermo de coronavirus en el barrio.
Así transcurrieron casi dos semanas, dejó de contestar los mensajes, la patrulla ya no estaba afuera de su casa y pensaban que a lo mejor la habían llevado al hospital.
Durante los cortes diarios que está dando el gobernador Bonilla junto con el secretario de Salud, Alonso Pérez Rico –el López-Gatel de los bajacalifornianos— temían que se hubiera sumado a la estadística fatal.
Finalmente, tras largos días de angustia, volvió a dar señales de vida.
“Amigos y amigas, no había podido contestar sus textos, el viernes me empecé a sentir muy mal, ya no podía respirar y tuve que pedir ayuda al Consulado Americano pues me tenían prisionera y sin asistencia médica.
Desde el Consulado Americano en Tijuana comenzaron a presionar a las autoridades mexicanas hasta que consiguieron que le permitieran irse, a bordo de una ambulancia debidamente equipada, hacia la garita internacional de Caléxico.
“Después de muchísimas horas de estar en la garita americana logré que me trasladaran a El Centro y no recuerdo más hasta que desperté en Palm Springs, toda entubada y conectada a un respirador”, contó.
Su esposo, quien también se repone del coronavirus, pero desde Washington movió sus palancas para que la trasladaran en helicóptero.
“He estado en cuidados intensivos por varios días, finalmente ya me pasaron a otro piso, gracias a Dios sigo delicada y débil pero cada día que Dios me da me pongo más fuerte”, escribió.
Apenas ayer mandó un nuevo mensaje por el celular: “…Pues sigo en el hospital, tratarán de quitarme el oxígeno mañana y si todo sale bien será un gran paso…”.
Ojalá que esta historia sea de las que tienen en un final feliz y que después se pueda hacer la carnita asada que quedó pendiente. @
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