Haitianos en San Luis, batalla contra el destino
Cualquier lugar, menos Haití, así de determinados están los migrantes nativos del país caribeño a no regresar bajo ninguna circunstancia a un lugar donde no hay futuro y con un presente que a nadie le gustaría vivir. Luego de librar los peligros de la “selva de la muerte” y dormir en las calles de Chiapas finalmente están en la frontera con Estados Unidos, tan cerca y tan lejos…
Humberto Melgoza Vega
SAN LUIS RÍO COLORADO.-La familia compuesta por Frandy, Samantha y la pequeña Elizabeth, de apenas 2 años, es de una de las miles que han abandonado Haití, el devastado país caribeño, en busca de una mejor vida.
Antes de llegar a esta frontera, donde son alojados temporalmente en la Casa del Migrante, pasaron todo tipo de vicisitudes y aventuras de sobrevivencia para hacer la ruta que culminaría, si la suerte los favorece, en alguna ciudad de los Estados Unidos.
Azotados por huracanes, terremotos y hasta el asesinato del presidente Jovenel Moise, como una maldición del destino, decenas de miles de haitianos han dejado atrás el país lleno de violencia, pobreza y carente de empleo y emprendido la travesía, con sus obligadas escalas técnicas, para alcanzar el llamado “sueño americano”.
Luego de vivir 2 años en Chile, donde nació la inquieta Elizabeth, Frandy y Samantha tomaron la difícil decisión de aventurarse en llegar a los Estados Unidos donde tienen familia, en Nueva Jersey y en la soleada California.
La travesía inició con el vuelo de 12 horas que tomaron hasta Brasil, de ahí cruzaron por la vía terrestre hacia Ecuador y la primera parada la hicieron en Perú, a donde llegaron con la ayuda de “coyotes” que les ofrecieron seguridad a cambio de 150 dólares por cabeza.
Pero las emociones fuertes iniciaron cuando se adentraron en la selva del Darién que abarca desde Colombia hasta Panamá, también conocida como la “Selva de la Muerte”.
Algunos logran cruzar la jungla en una semana, la familia de Frandy pudo hacerlo en 3 días a marchas forzadas pero hay muchos que no sobreviven al intento.
Durante el trayecto, con caminatas de hasta 12 horas seguidas, cargando en la espalda a la pequeña Elizabeth, como si fuera mochila, encontraron los cuerpos sin vida, tanto de hombres como mujeres.
“Sí me duele verlos ahí tirados, pero no puedes hacer nada, tienes que seguir tu camino”, recuerda Samantha la etapa más difícil de la travesía, en la que sortearon animales salvajes y paramilitares que han hecho mala fama de violar a las mujeres solas.
Esos tres días en la selva les parecieron eternos porque tenían que rodear cañones y profundos acantilados, mezclados el sudor por el intenso calor y las lluvias que caen como tormenta durante horas seguidas, aparte la niña con diarrea por beber agua sucia del río.
Luego de varios días en un refugio de Panamá donde repusieron energías, partieron en bus hacia la frontera de Costa Rica, Nicaragua, de ahí siguieron por Honduras hasta llegar a Guatemala, de donde cruzaron en balsa hacia Tapachula, Chiapas.
En territorio chiapaneco les tocó vivir el caos. Varados durante casi 3 meses, en espera de obtener una visa para permanecer temporalmente en México.
No hay trabajo, todos los lugares están saturados y muchos tienen que dormir en los parques o en las plazas públicas.
Después de sufrir todo tipo de calamidades se podría decir que en la Casa del Migrante están en la gloria.
“En cualquier lugar vamos a estar mejor que en Haití, allá hay mucha delincuencia, mucha pobreza, los jóvenes no tienen futuro, es muy triste”, comentó Frandy con un español que apenas se le entiende.
En el albergue la familia de haitianos comparte el espacio con migrantes hondureños, colombianos, mexicanos y de otras nacionalidades.
Tras una breve pausa por la hora de la comida en la que sirven hamburguesas caseras con agua de arroz, Frandy vislumbra la posibilidad de una estancia prolongada en San Luis Río Colorado, porque ahorita el gobierno estadounidense tiene suspendidas las visas humanitarias.
Regresar a su país de origen no es opción, menos ahora que tiene una familia que depende de él; rentar un techo y conseguir un trabajo en esta frontera mientras que se reabre la posibilidad del asilo político es el futuro más cercano.
Frustrado porque luego de gastarse todos sus ahorros, más de 10 mil dólares, ahora solo tienen lo que traen puesto.
“Tampoco es justo que le esté diciendo a mi mamá que me mande dinero, eso lo debería hacer yo”, comenta con la mirada vidriosa.
Antes de finalizar la entrevista aceptan que les tome una fotografía abrazados. Esbozan una leve sonrisa, se nota que están enamorados y mantienen la fe de que pronto vendrán tiempos mejores. @