El ocaso del clan Garibay
El Eslabón Perdido
Humberto Melgoza Vega
Ya comenzaba a pardear la tarde el pasado martes cuando la muerte alcanzó a Jesús Garibay Espinoza, quien a pesar de que siempre manejó un bajo perfil y se la manejaba como empresario, no dejaba de ser un objetivo prioritario para las autoridades de Baja California.
Solo, sin guardaespaldas, como si no trajera broncas con nadie, el Chuy Garibay andaba comprando material para la construcción en un local del ejido Tabasco del Valle de Mexicali cuando fue sorprendido por tres sujetos empistolados que viajaban en un pick-up Tacoma de modelo reciente.
De acuerdo al testimonio de un testigo presencial, los gatilleros se fueron directo contra su objetivo y sin mediar palabra le dispararon en repetidas ocasiones para enseguida alejarse del lugar a toda velocidad, antes de que llegara la policía.
Jesús era la cara visible del clan familiar, administrador de varios negocios como farmacias y gasolineras en el área de Los Algodones y propietario de al menos un motel en San Luis Río Colorado.
Pedro Ariel Mendívil, jefe de la Policía Municipal de Mexicali, confirmó a reporteros locales que efectivamente Jesús Garibay era uno de los objetivos prioritarios en la Mesa de Seguridad en el vecino estado aunque no parecía que se anduviera escondiendo de nadie.
En los últimos tiempos, la banda de los Garibay ha sufrido bajas importantes y ya no tiene el mismo poder e influencia que durante muchos tuvo bajo el liderazgo de Manuel Garibay Espinoza.
Don Manuel, también conocido con el alias de “El Michoacano”, vivió sus mejores glorias en la década de los noventa y en los primeros años del siglo 21 cuando operaba para los grandes cárteles mexicanos, con conexiones directas hasta Colombia.
Luego de ser perseguido y encarcelado por los extintos “Pepos”, quien fuera amo y señor del valle de Mexicali recuperó su libertad y pasó al retiro, con el peso de sus más de 60 años, con los achaques propios de la tercera edad y la carga anímica por la violenta muerte de dos de sus hijos.
Antes de que encarcelaran al Chapo Guzmán en Estados Unidos y que se diera la tercera o cuarta ruptura en la estructura del Cártel de Sinaloa, el negocio de la delincuencia organizada en la región estaba como se dice bien “planchado”.
Pero la nueva guerra que se libra por el control de la zona que comprende Mexicali y San Luis Río Colorado, junto con sus amplios valles, los dejó en una posición por demás complicada.
La disyuntiva de alinearse y jalar con la Chapiza o con sus archienemigos Los Rusos terminó por cobrarles la factura, ante la imposibilidad de seguir trabajando de manera independiente o mantenerse imparciales, con una de las dos facciones iban a salir mal.
Desde la noche del 31 de octubre del año pasado las cosas comenzaron a salirse de control, cuando fue ejecutado el hijo de Chuy Garibay, Jesús Garibay Espinoza, de 24 años en las dunas de Ciudad Morelos, también conocido como “Cuervos”, Valle de Mexicali.
Esa ocasión, además de Jesús Eduardo fueron asesinados su pareja sentimental y un amigo que los acompañaba, cuyos cuerpos quedaron dentro de un vehículo tipo Razer para la arena de modelo reciente.
Exactamente cuatro meses después, la noche del 31 de febrero un pelotón de soldados del Ejército Mexicano reventó a punta de bala un domicilio en el ejido Chiapas 3.
Ahí capturaron con un arsenal a seis integrantes de la banda, entre ellos a Luis Alfredo Garibay Félix, alias el “Wicho” Garibay, quien resultó herido en la balacera y luego que le salvaron la vida en el Hospital General de Mexicali fue traslado al penal de El Hongo bajo un impresionante dispositivo de seguridad.
Con el crimen de Jesús Garibay el clan familiar se queda sin una parte fundamental de la estructura original, seriamente diezmada por el embate del gobierno y de grupos antagónicos que se disputan a sangre y fuego este mini triángulo dorado que comprende Mexicali-San Luis Río Colorado y su extenso valle agrícola.
Descanse en paz, Jesús Garibay Espinoza.