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La clave de la información

No hubo confusión

Hasta el momento las autoridades investigadoras no tienen mayores datos respecto a los responsables del homicidio de la conocida sanluisina Rosalinda Payán.   Sin embargo, por el modus operandi todo indica que el crimen fue perpetrado por matones profesionales.

Humberto Melgoza Vega

Luego de una semana de perpetrado el crimen de la conocida sanluisina Rosalinda Payán Velarde, la autoridad investigadora no tiene mayores elementos que le permita determinar la identidad y las motivaciones de quienes le quitaron la vida y de quiénes pudieran ser el o los autores intelectuales.

Lo que sí queda claro es que no se trató de ninguna confusión y que los sicarios sabían perfectamente de quién se trataba, pues ya le habían dado seguimiento, sabían en qué carro se conducía y que siempre andaba sola y sin protección.

Lo que se comenta de manera extraoficial es que el problema no era con ella directamente, sino con una de sus hijas, pero que los delincuentes buscaron pegarle donde más le doliera.

Que por eso se vinieron de Guadalajara donde residían, pretendiendo que a la distancia la situación se olvidaría pero hasta acá fueron alcanzadas por la delincuencia que no perdona.

 A la señora Payán, quien se dedicaba a la renta de algunas parcelas en el Valle de San Luis, ya le había tocado vivir de cerca un evento trágico cuando asesinaron a su esposo, hace unos 20 años, precisamente también en la capital del estado de Jalisco.

Se dice que Jesús Murillo tampoco era el directamente responsable, sino que el pleito era con su cuñado, Miguel Angel Félix Gallardo.

Ahora que ocurrió el lamentable ataque en contra de la señora Payán, miembro de una respetable familia residente de San Luis Río Colorado, han revivido algunas viejas historias que habían permanecido sepultadas por el paso del tiempo.

El día que un par de sujetos que viajaban en una motocicleta atacaron a Rosalinda, en un pequeño centro comercial de la avenida Tlaxcala y calle 7, horas más tarde un reporte provocó intensa movilización de la policía.

Hasta una casa de la avenida Revolución 9 y 10 llegaron las unidades en atención al llamado de Gerardo Payán Velarde, quien se sintió amenazado luego de que un sujeto arrojó una botella con un mensaje hacia el interior de su propiedad.

Cuando los agentes se entrevistaron con el reportante, éste les entregó una botella de plástico que contenía en su interior un pedazo de papel con la siguiente leyenda: “Dr. Trumas, Francisco Molina Ruiz, $7,800, 2 personas, Banco Serfín”.

Aún fresco el mortal atentado en contra de su hermana, Gerardo inicialmente pensó que su integridad física estaba en peligro y por eso solicitó auxilio a las autoridades.

Luego de una rápida movilización y gracias a la descripción física que hizo uno de los vecinos que se percató de los hechos, cuadras más adelante fue detenido quien dijo llamarse precisamente Francisco Molina Ruiz, alias “Junior”, quien no supo decirles qué lo motivó a arrojar la botella a la propiedad privada.

Aunque fue presentado ante la autoridad investigadora no se pudo configurar ningún delito, ni siquiera el de amenazas, o intento de extorsión, debido a que en el mensaje no había ninguna advertencia, tampoco el número de cuenta del banco, ni nada que indicara que se tratara de algo serio.

Las autoridades determinaron incluso que Francisco Molina era un “pobre diablo”, que no estaba muy bien de sus facultades mentales y que todo se trató de una lamentable coincidencia por los hechos que acababan de ocurrir ese mismo día un par de horas antes.

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