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La clave de la información

Emigrados, una caguama para el cansancio

Ramón Santoyo Valenzuela

Te levantarás a las 12 de la noche para irte a hacer fila a la una de la mañana con el afán de cruzar cerca de las 3 am al otro lado, tendrás contigo tu bicicleta, un pichel con agua y hielo, una gorra que hará presión sobre tu cabeza que sostiene un pañuelo, tendrás contigo una chamarra rompe vientos. A la hora de que el aduanero te atienda sacarás tu mica de trabajo, él te verá raro, te preguntará de dónde eres, tú le dirás que de Monterrey, él te dirá de qué parte del área metropolitana, le contestarás con un poco de sueño y cansancio sobre la misma pregunta de siempre que de  Fundidora, él no sabrá de qué lugar hablas, te mirará de nuevo a los ojos, le responderás con una cansada sonrisa, te dejará pasar.

Entrarás a América, en donde sus calles se presumen son de oro, en donde ganarás en su campo repleto de transgénicos y químicos de 130 a 170 dólares al día, pero antes de llegar al campo esperarás aún más, esperarás a que pase la troca y los recoja a todos los trabajadores, a todos aquellos que agachan sus cuerpos para recolectar la cosecha. Estarás cansado de esa rutina mas no del dinero que obtienes por ello. Estarás en el campo, sentirás el frío en tus manos desnudas pues en esta ocasión olvidaste tus guantes y no habrá alguien que te preste unos, sentirás la temperatura que poco a poco irá aumentando con el nacimiento del sol del nuevo día, lo verás emerger desde tu posición en el campo.

La helada bajará, tomarás agua de tu pichel, irás a descansar unos cuantos minutos antes de regresar al field, estarás cansado, lo único que desearás en ese momento es una cerveza que te regrese a la vida, cuando regreses a tu labor en el campo estarás pensando a cuál  bar ingresarás en cuanto toques tu país, no sabes si llegar al Chamizal en donde Mario Alcaraz y su inseparable sombrero texano te atenderá con una Dos Equis Lager, o irás al Impala en donde una de sus empleadas te recibirá con un grupo norteño. Igual eso lo decidirás entrando a México.

Terminarás tu rutina a la 13:11 horas, esperarás a que todos los demás finalicen para después ser regresados a la frontera más cercana con México. Cruzarás, uno de los taxistas tocará el cláxon en aviso a que está disponible para llevarte a tu destino, tú le responderás “voy aquí a dos calles para enfrente”. Muchos niños te mirarán raro por tu cansancio, otros te juzgarán, “ahí va de nuevo ese borracho”, dirán. Muchos no saben el trabajo que acabas de hacer, y que solo irás al bar por una o dos cervezas y de ahí a dormir. Ellos desconocen eso, igual a ti no te importará, estás cansado como para importarte lo que piensen.

Según cifras arrojadas por la National Center for Farmworkers Healt, Inc (nfch.org) en Estados Unidos existen más de 3 millones de trabajadores en el campo desde mexicanos, centroamericanos y estadounidenses,  desatancado así los estados con mayor número de trabajadores y de mayor importancia en esta área a California y Texas.

La misma dependencia encargada de los trabajadores del campo en Estados Unidos, dice que el 72 % de ellos son foráneos, del cual el 68 % son nacidos en México, 45 % de ellos vienen del centro del país, de estados como Jalisco, Guanajuato y Michoacán. Frente al 20 % que provienen del sur como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Morelos y Veracruz.

Estarás frente al Chamizal, un bar que abrió hace dos meses y que según dice el dueño, vende 120 cajas de cerveza los fines de semana. Mirarás a Mario platicar en la entrada con un joven que no encaja en ese lugar, ambos se presentarán, después irás por un par de Dos Equis, le darás una al joven, te pondrás a platicar con ambos. Te desahogarás, jamás te sentarás, lo que menos quieres es usar un banco incómodo o estar encorvado, quieres estar erecto, te importará poco tu aroma en aquel momento, lo que deseas es beberte una, dos, tres, cuatro cervezas y descansar.

Irás a la rockola, pondrás un corrido con plena seguridad de que el actual dueño no quitará tu canción a diferencia con el antiguo dueño, ese rockero molesto que no los dejaba escuchar música regional mexicana y los llamaba nacos. Te sientes cómodo en aquel ambiente oscuro, no verás luz alguna más que la del sol que entra como ferrocarril por la puerta abierta del bar.

Una de las meseras te atenderá con la sonrisa que las caracteriza, si le invitas una chela a ella te costará 50 pesos, 30 pesos para la muchacha, 20 para el bar, todos ganan, inclusive tú, ya si ella se quiere ir contigo dependerá de lo gracioso y galán que seas. Esta vez solo querrás platicar, demasiado cansado para hacer otra cosa.

Saldrás del bar a las 18:00 hrs, en donde un policía esperará a todos los borrachos para “asaltarlos”. Le responderás “¿otra vez tú?”. No hay quién los defienda, en ocasiones Mario se da cuenta y protege a sus clientes, esta ocasión no. Te dirán que por borracho irás a dormir a la 34, cínicamente le responderás que no ocupas ir a la 34 a dormir, “tengo dinero pa’ un hotel, pero gracias por la amabilidad”. Te esposarán, no sabrás por qué te llevan, y más cuando estabas a punto de agarrar un taxi que te llevaría a casa a 6 calles de distancia de aquel bar. A medio camino te dirán si aún estás deseoso de descansar en la 34, o si se arreglan. “Tengo 60 dólares en la cartera ¿los quieres?” le responderás.

El junto con un acompañante revisarán tu billetera, te sacarán el dinero, esculcarán aún más y verán dos tarjetas de crédito, una de Banamex y otra de Chase. Te pedirán que le des una de las tarjetas, le responderás, “en cuanto te la dé la cancelo y de nada te servirá”. Te dejarán ir por 60 dólares, llegarás a tú casa a las 20:15 horas, dormirás cuatro horas, despertarás, repetirás la rutina, una y otra vez, hasta que la cosecha de legumbres se acabe y tengas que mudarte de estado. Tal vez a Texas, tal vez a California, Tal vez  a Oregon, o a la manzana en Washington.

El mexicano trabaja en promedio 36 semanas al año en el campo estadounidense, el “american citizen” 31, y el centroamericano 40.  Esto sumándole a las horas semanales que se le dedica, la cual oscila alrededor de las 42.  El promedio de edad del trabajador del campo es de 36 años, el 78 % es hombre y el 22 % restante son mujeres.

Te molestará el hecho de que los policías prácticamente a diario te traten así, en ocasiones te esperarán a la salida de Estados Unidos, “otra vez”, y no pararán. Platicarás con el dueño del bar, Mario beberá una caguama Tecate Light en un vaso pequeño de plástico, frente a él habrán unos limones, él te dirá que sus amigos gringos no vienen a México por los policías, “ven que uno trabaja en el campo y se lanzan como buitres los son of a bitches”, seas pocho, o mexicano, o gringo, les tendrás miedo al salir del bar. Ni siquiera usarás un auto y te llevarán esposado, pues dicen que “no puedes caminar borracho por la vía pública”, aunque solo hayas entrado al bar a tomarte un agua mineral. No les importará, al final de cuentas, tú no tienes voz, y ellos tienen el control. @

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