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REALIDADES / Arrieros somos…

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Gerardo Torres

Jesús Zamora es un policía que con el paso del tiempo se ha ganado el respeto de propios y extraños.

Si bien es cierto que sus 30 años de carrera policiaca han sido marcados por logros, desencuentros, controversias y hasta desgracias –como fue el asesinato de su hijo

Jesse–, también es cierto que es un hombre que decidió quitarle esos 30 años de vida a su familia, para dedicárselo a la seguridad pública.

Con el paso del tiempo, los dos viejos Zamora –Jesús y Carlos– han trabajado para todas las administraciones municipales.

Priístas, panistas, perredistas y toda la demás chiquillada de San Luis saben de la capacidad operativa de “Los Zamora”, como popularmente les llaman.

Carlos con un perfil mucho más reservado. En cambio Jesús es el de las relaciones públicas con medio mundo.

Ningún político que se jacte de serlo en esta ciudad, puede negar el contacto con alguno de los dos hermanos, y en la mayoría de los casos, fue para resolverles problemas personales.

De hecho, el testimonio de excelentes investigadores de los dos Zamora ha trascendido en todo Sonora, Baja California, así como en el sur de los Estados Unidos.

La semana pasada y como todos los días desde que oficialmente se jubiló,  Jesús Zamora seguía despachando en el CECAP, la Academia de Policía de esta ciudad. Es su pasión, todo lo relacionado con la seguridad pública.

De repente, llegó a su oficina una secretaria enviada desde Palacio Municipal, con el propósito de llevar a cabo una supuesta ceremonia de entrega-recepción, argumentando que el período de Zamora había concluido en ese lugar.

Al mismo tiempo, un policía se apersonó en la oficina de quien ha sido inspiración de muchos otros policías, y le dijo que no podía sacar nada de ese lugar, ni equipo y mucho menos papeles o archivos.

La orden fue tan tajante que durante las 24 horas se asignó vigilancia especial en la oficina de Jesús Zamora.

Nada dejado que es el viejo,  respetó las instrucciones que se le marcaron, pero inmediatamente se comunicó con quienes ahora llevan el control del municipio, y la respuesta lo dejó helado: su contrato temporal de trabajo había terminado y no habría una renovación más.

De hecho, no fue tanto problema la noticia de que su contrato ya no sería renovado, el punto aquí fue la manera en que se lo hicieron saber.

Y más aún, la negativa de ofrecerle una explicación a la manera de cómo prácticamente lo estaban echando de su lugar de trabajo.

Lo único que le hicieron saber fue que el alcalde Enrique Reina ya no lo quería en ese lugar, y que ante tal decisión del munícipe, el actual director de Seguridad Pública, Rafael Vázquez, aprovechó la recta para deshacerse de quien durante los tres años anteriores no pudo doblar a su antojo, ni en las filas policiacas ni en la Academia de Policía.

Rafael Vázquez sabe que Jesús Zamora es mucho más policía que él. Nunca lo ha superado, es por eso que no hay momento que no aproveche para desprestigiarlo.

Enrique Reina cree que la desestabilización de la policía viene del Clan Zamora, pero no es así, la desestabilización viene de todos, porque hay mucho poder y control que se pelea hacia el interior de la corporación, especialmente cuando los políticos favorecen a grupos.

Y apenas que la semana pasada Jesús Zamora se presentó a Palacio Municipal, creyendo que los cambios que se prometieron se harían visibles, y presentó su currículum profesional para ser considerado como uno de los aspirantes a ocupar el cargo de Jefe de Policía, y que le salen con esto.

Ahora, no se trata de que Jesús Zamora iba a ser seleccionado para esa posición vacante, o que lo iban a dejar operando toda la vida al frente de la Academia de Policía.

Entiendo que cada alcalde y cada jefe de Policía asignan a sus más cercanos colaboradores para las funciones más importantes.

No se trata de que Jesús Zamora sea una monedita de oro para caerle bien a todos.

Se trata de la manera en que los políticos del PAN hacen las cosas con aquellos que no son de su agrado.

Primero los usan y después los ignoran. No hay respeto por la dignidad, ni mucho menos recompensa por el servicio o la ayuda prestada.

 Así como Zamora, hay muchos militantes y no militantes del PAN que, después de las elecciones y tras el triunfo de los panistas, se quedaron esperando una llamada de Palacio Municipal.

¿Y sabe qué?, no los van a llamar. El poco dinero que les dieron para la gasolina fue la compensación. Fue todo.

En política, las formas son el fondo, y aunque Jesús Zamora nunca ha sido político, entiende muy bien estos mensajes de aquellos que en campaña lo andan buscando para que los apoye, aunque después lo nieguen.

En cambio, en la casa de Zamora hay un tanto de contentamiento, porque el viejo ya va a estar tranquilo en casa atendiendo de tiempo completo a la familia y su negocio de venta de equipo y uniformes policiacos.

En fin, arrieros somos y en el camino andamos, decía mi padre…

Ya no lo aguantan…

Ni en el PAN ni en Palacio Municipal aguantan ya los aires de protagonismo que sigue ejerciendo el ahora ex-alcalde Leonardo Guillén Medina.

No hay día que Leonardo no publique en su página de Facebook los logros de lo que fue su administración, o que envíe mensajes de lo “grande” que fueron sus obras, sin respetar los tiempos del actual alcalde Enrique Reina.

Durante la asamblea del domingo anterior en las oficinas del PAN, mientras que la reunión se llevaba a cabo adentro del edificio, Leonardo y algunos de quienes todavía le ríen el chiste estaban al pie de la puerta “con un escándalo”, dijeron, sin respetar la ceremonia.

Es tanta la molestia que Enrique ya confió a uno de sus allegados que, o le hacen saber a Leonardo que su tiempo se acabó, o comenzará a ventilar poco a poco las irregularidades de su administración, especialmente en el manejo de las finanzas y para esto, la tesorera está dispuesta, pues es mayor la inclinación hacia Enrique que hacia el pequeño dictador.

Gracias.

gerardotorres71@outlook.com

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