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Diálogo / Rectoría de la educación al Estado Mexicano

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David Figueroa

La rectoría de la educación debe volver al Estado, y es un reto que va mucho más allá de aplicar la ley a maestros disidentes que se oponen a la Reforma Educativa; se trata de recuperar el espíritu de enseñar y educar como máximo valor en un país con visión de largo plazo.

En medio de una crisis casi generalizada en materia política, económica y social, la que nunca debió alcanzarnos es la crisis en materia educativa en México, tema fundamental para enfrentar los retos de competitividad y globalización del siglo XXI.

Mientras aquí se giran órdenes de aprehensión contra maestros disidentes por actos de vandalismo en instalaciones federales como INE, Pemex, CFE; bloqueo a vías federales de comunicación o quema de papelería electoral, otros países están compitiendo con esquemas educativos de largo plazo.

Así nuestro país es de los peores evaluados de la OCDE en materia educativa; somos un país de esquinas, ocupa las posiciones entre 32 a 38, de 38 países en diversas mediciones sobre escolaridad, inversión financiera, número de estudiantes por maestro en escuelas públicas, horas de clase al año, etcétera.

Tres estados concentran la crisis del sistema educativo- o lo concentraban hasta hace poco- nos referimos a Michoacán, Guerrero y Oaxaca; entidades que comparten los porcentajes más bajos de escolaridad y alfabetización; así como de desigualdad y pobreza.

Es decir, donde más necesitamos a los profesores es donde menos contamos con ellos. Las entidades con mayor rezago son los bastiones de la disidencia magisterial, y entonces la causa se vuelve efecto, es como el cuento del huevo y la gallina.

Pero estos últimos días hay señales de que el Gobierno Federal pereciera que al fin se cansó de estar en guardia, a la espera de algo y decidió ir por eso que nunca debió dejar en otras manos: la rectoría de la educación.

El jueves fueron capturados cuatro líderes y se desalojó un plantón de 200 maestros en Oaxaca; y el viernes la PGR anunció que van por al menos 28 detenciones más, sólo por probable comisión de delitos federales con independencia de órdenes de aprehensión que pueden girar los estados.

Y el mismo viernes nos enteramos que desde hace meses la Secretaría de Hacienda intervino las cuentas y congeló los salarios del líder de la Sección 22 de la CNTE Rubén Núñez y cuatro dirigentes más.

Estas detenciones traerán consecuencias en los días por venir y ello nos lleva a pensar en el fondo de la problemática, pues sería lamentable que el espíritu de la Reforma educativa se reduzca a un tema judicial o político entre el Estado y el magisterio.

No se puede juzgar el derecho a reclamar lo que se cree justo por parte de los maestros, pero sí es reprobable que cualquier persona justifique en ello el sobrepasar los límites como ha sucedido en varios casos.

En algún momento tenemos que recuperar la brújula como país, claro que primero es poner orden, pero no es posible que se nos vaya la mitad del sexenio expectantes ante los actos y demandas de los maestros y los otros tres en su persecución.

¿Y  esos miles de niños y niñas que llevan años sin clases para cuándo? Con el paso de los años dejamos de hablar de educación para hablar de ingobernabilidad, vandalismo, derechos laborales, logros sindicales, etcétera.

Hasta un partido político de los maestros tenemos compitiendo en elecciones por cargos de elección popular. Es aplaudible la lucha magisterial, pero se ha perdido el espíritu de enseñar.

Por eso la verdadera campaña del gobierno en materia educativa debe ser la de recuperar el valor de la educación para nuestro país y lo que representa: el boleto al futuro.

Lo primero que tendríamos que hacer es ubicarnos en el momento que estamos viviendo con un sistema educativo diseñado en la época post revolucionaria, para lograr una hegemonía ideológica por parte del gobierno de aquél entonces. Un tema más de control social que de educación.

Hoy en un contexto de libertades, de información, con una economía del conocimiento donde no hay límites, se requiere es un sistema educativo de valor agregado y no de control ideológico.

No se trata sólo de controles administrativos, luchas sindicales o intereses políticos.

Hay un objetivo que no se está cumpliendo: es imprescindible enseñar a nuestros niños a pensar, como dice el Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. (Cidac) Luis Rubio, quien propone probar esquemas totalmente distintos.

Necesitamos un sistema educativo que sirva para activar la economía del país. Por ejemplo, en otros países la educación privada es una opción real para alcanzar consistencia en la educación, ahí no hay huelgas ni exigencias al gobierno. Mediante un esquema de vales el gobierno otorga recursos según el número de niños registrados por escuela.

Por su parte los padres de familia valoran los resultados académicos entre una escuela y otra, y deciden libremente por la que consideran mejor opción para sus hijos; de este modo el gasto en educación por parte del Estado es una respuesta pragmática del gobierno y de los padres a los resultados de la escuela y sus maestros.

Sistemas como este generan competencia profesional entre los mismos maestros y los motiva a crecer en su desarrollo, mientras que el alumno realmente logra consistencia en su educación.

Por eso la pregunta que debemos hacernos es a dónde queremos llegar.

Lo que hemos postergado no es la aplicación de la ley a los maestros disidentes, sino la educación y preparación de quienes serán responsables del desarrollo de México en muy poco tiempo.

Es hora de recordar la meta que el mismo Presidente Enrique Peña Nieto puso en su sexenio: 40 mil escuelas de tiempo completo para 2018; bajar al menos en 3% la cifra de mayores de 15 años que no saben leer ni escribir; aumentar al 40% la cobertura en educación superior y 80% en bachillerato.

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