“El Chapo” no es Pancho Villa
[vc_row parallax=”” parallax_image=”” hide_border_bottom=”” dark_section=”” no_bottom_padding=””][vc_column width=”1/1″][vc_column_text]JOSÉ GIL OLMOS
MÉXICO, DF (apro).- Hace poco más de un siglo, el 3 de enero de 1914, Pancho Villa firmó un contrato de exclusividad por 25 mil dólares con la Mutual Film Corporation para la filmación de sus batallas, que serían parte de la película “La Vida del general Villa”.
Un siglo después Joaquín El Chapo Guzmán intentó por su cuenta entrar a Hollywood para que se hiciera una película autobiográfica.
A varios de la meca del cine estadunidense les brillaron los ojos por el producto que podían vender, pero olvidaron una cosa: que El Chapo no es Villa.
Dicen que la historia o las historias no se repiten, pero muchas veces se parecen, y este podría ser el caso de El Chapo. Tal vez el líder del Cártel de Sinaloa quiso emular al general Villa, a quien los productores del director David W. Griffith convencieron para que se dejara filmar en plena acción, mientras participaba en batallas o tomaba alguna población a punta de balazos.
Los empresarios estadunidenses acordaron que Villa escenificara batallas cuando no se hubieran podido filmar las verdaderas, que nunca fueron espectaculares. El general aceptó ponerse un uniforme militar que había sido diseñado para que saliera a escena, y que sus tropas vistieran camisas filipinas para verse mejor en pantalla. Se instalaron cámaras para tomarlo cuando apenas despuntaba el alba o corriendo a caballo y le pidieron que retrasara las ejecuciones hasta que hubiera buena luz de día.
Todo eso dio lugar a la primera película de acción en vivo que se presentó en el Lyric Theater de Nueva York el 9 de mayo de 1914. Finalmente la película fue dirigida por Christy Cabanne, porque Griffith estaba filmando su gran obra “El nacimiento de una nación”.
Villa nunca imaginó la proyección internacional de su imagen con aquel contrato firmado en Ciudad Juárez. El dinero recibido se destinó al mantenimiento de sus tropas. La película fue bien recibida y proyectada en muchos países. El general Pancho Villa pasó de ser un bandolero revolucionario a una estrella del cine mundial.
Cuando supe que El Chapo había intentado llevar a la pantalla cinematográfica su vida, y que para ello se acercó a Hollywood a través de la actriz mexicana Kate del Castillo, quien ha protagonizado varios papeles de jefa del narcotráfico, no pude evitar hacer un paralelismo con aquella película biográfica de Pancho Villa que lo proyectó como el héroe mexicano más conocido en su época, junto con Emiliano Zapata.
Bandolero social, mujeriego, carismático, poseedor de ese humor norteño franco, Villa se ganó la simpatía de muchos estadunidenses que lo veían como un aliado y le daban armas y dinero para mantener su lucha social hasta que se atrevió a pasar con sus tropas a suelo del vecino del norte y se convirtió en un enemigo.
El Chapo Guzmán, campesino iletrado, también mujeriego y norteño, pero responsable de miles de muertes, nunca ha tenido una bandera social que se le conozca. Hay gente que dice que daba dinero a los más pobres de Sinaloa, pero esto no alcanza a la bandera villista.
Me pregunto: ¿Cómo sería la película autobiográfica de ‘El Chapo’? ¿Acaso los productores y el director o directora filmaría las ejecuciones que ha ordenado, las desapariciones que mandó a hacer bajo el eufemismo de “levantones”, los efectos de las drogas que venden en México y Estados Unidos, sus reuniones con funcionarios mexicanos y estadunidenses a quienes ha corrompido, los acuerdos con policías, soldados, banqueros y hombres de negocios?
Definitivamente Hollywood tendría que crear una nueva corriente del cine de terror que combinara todos los elementos ya existentes para sumarle el espantoso surrealismo en el que está cimentado el imperio del sinaloense.
El Chapo no es Pancho Villa, aunque ambos hayan actuado fuera de la ley. El primero es un hombre cebado en el terror del imperio del narcotráfico construido con las muertes de miles de hombres y mujeres, es un personaje sediento de dinero y de poder. El segundo fue un bandolero que en algún momento hizo el “click” para sumarse al cambio social que se llamó revolución.
Quizá ahora Guzmán Loera sea el mexicano más conocido en el mundo gracias a las redes sociales, y de eso quieren hacer negocio los empresarios del cine estadunidense. Pero nunca alcanzará un lugar histórico, como sí lo hizo el duranguense, por más apología que se haga en la revista Rolling Stones o en algún estudio de Hollywood, poniéndolo como un disidente social o un bandolero “out sider” capaz de manejar el mercado de consumo de heroína más grande del mundo instalado en Estados Unidos, o como quien puso de cabeza a un gobierno como el de Enrique Peña Nieto.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]