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[Diálogo] Evolución de la conciencia ciudadana marca nueva etapa en Sonora

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David Figueroa

Esta semana columnistas y el mismo Gobierno del Estado destacan el arribo al primer semestre de la actual administración que es por lo regular, el fin de la llamada ‘luna de miel’ con los ciudadanos, es decir el tiempo de espera suficiente para comenzar a ver resultados de sus promesas de campaña.

Y es interesante poner atención en un cambio que el estado experimenta en este período, que significa sin duda todo un reto para el nuevo gobierno: la transición cultural en política y ciudadanía. Si nunca ha sido fácil tener al electorado satisfecho, menos ahora.

Ya no son simples espectadores que viven con resignación el alza de precios; la falta de empleos; el incremento en la inseguridad en las calles y las colonias; etcétera.

La decisión de organizarse por sí mismos venciendo el miedo para cuidar de sus familias y sus patrimonios en decenas de colonias de Hermosillo por el incremento de actos delictivos es un mensaje de una autoridad ausente; y no se trata de unas cuantas colonias ni de hechos aislados, tampoco es mera percepción.

Pero también hay aspectos importantes que marcan un buen inicio estos primeros meses, como el anuncio en inversión carretera que todos demandamos con urgencia; la permanencia de buenos programas de la pasada administración como los uniformes gratuitos, cero cuotas escolares y subsidio en transporte para estudiantes; la voluntad por cristalizar la igualdad de género en materia electoral; y al menos en discurso aún pero esfuerzo, en materia de salud y educación.

Seis meses de consolidación de lo que vale la pena mantener y mejorar, así como seguimiento en materia de inversión presupuestal, gestión de recursos y planeación para nuevas metas en el corto plazo que esperemos se cristalicen pronto.

Pero sin duda hay un tema que ha destacado por sobre los demás en este tiempo el de Justicia.

Si algo llevó al actual equipo en el gobierno a ganar las elecciones fue el compromiso de acabar con la corrupción y aplicar todo el rigor de la ley a quiénes probadamente hubiesen cometido algún ilícito en el anterior gobierno.

En este lapso han sobrado acusaciones, señalamientos, anuncios de más investigaciones y una pasarela de nombres, pero que remite en hechos a una sola detención y cero pesos en reparación del daño patrimonial.

Hay un cansancio mental y emocional en la sociedad ante un clima de señalamientos y más polarización ante lo que se percibe como una clara intención de posicionamiento político. El abuso de esta práctica produce más agresión.

La división de un estado ya sea en el ámbito político o cualquier otro, es la antítesis de una sociedad organizada con la base del sano debate democrático e imparcial aplicación del Estado de Derecho.

Ante este hartazgo el ciudadano se ha volcado a organizarse por sí mismo, participar y opinar más libremente en redes sociales u organizaciones independientes.

La aplicación de justicia no justifica el escarnio como política pública ni el abuso del tiempo y espacio ocupado prioritariamente en temas distintos al de la construcción de un estado próspero.

El mensaje es claro: el descrédito ya no acredita. Hay una transición cultural real; la confianza ya no se gana fácilmente con anuncios de más promesas o buenos propósitos y sería un error ignorar esta nueva realidad.

La sociedad aprende ahora más de prisa y la inteligencia ciudadana ha rebasado al sistema político y partidista.

El reclamo es aplicación eficaz de justicia. Y eficaz se refiere en primer lugar a que se regrese el recurso público si alguien lo tomó de manera ilícita; justicia penal de manera imparcial y no sólo para personajes que ocuparon cargos operativos; y tercero la previsión de que estas personas no ocupen en el futuro cargos públicos.

Justicia clara e imparcial no sólo para los que ya gobernaron, sino también para los que hoy gobiernan; y no basta anunciar una nueva investigación cada día, hay que concretar en la aplicación con menos ruido y más resultados.

Sería lamentable que prevalezca en la conciencia colectiva el mensaje de que la justicia se sigue negociando o acordando; que llega sólo a unos y no a todos; y lo más importante, que esas cantidades de recursos de las que se habla nunca regresen.

La credibilidad es la columna vertebral en gobierno; refiere y refleja la confianza del ciudadano en la voluntad para participar y trabajar de la mano con sus autoridades.

Hay que aprender de los errores y dicen que nadie aprende en cabeza ajena pero es momento de hacerlo. ¿Cómo? con honestidad y no con más simulación.

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