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Eliminar el financiamiento público a los partidos, mala idea

Marcos Pérez Esquer

 

Quiero agradecer la invitación que me ha hecho mi estimado Humberto Melgoza para escribir una columna semanal en CONTRASEÑA. La agradezco además, porque me ofrece el alto honor de ocupar este espacio periodístico que dejara mi padre Don Guillermo Pérez Díaz tras su larga agonía y posterior fallecimiento.

No pretendo, empero, ocupar los zapatos de mi padre, no los llenaría; sí pretendo en cambio, honrarle utilizando el nombre de su columna “Sin Frenos”, que él utilizó semana a semana durante mas de 20 años en el diario La Prensa, primero y en este Semanario, después.

Sé que a él le gustaría. Ya tendré ocasión de compartir en este mismo espacio algunos recuerdos y anécdotas relacionadas con Pérez Díaz. Créanme, alcanzan para toda una enciclopedia. Por ahora, abordo un tema que en estos días ha ocupado la atención de la opinión pública: el financiamiento público de los partidos políticos. Va pues, mi primer “Sin Frenos”, y al mismo tiempo, un “Sin Frenos” más.

 

Desde hace tiempo se venían escuchando muchas voces exigiendo la reducción e incluso la eliminación del financiamiento público a los partidos, pero a partir del sismo del 19 de septiembre y ante la necesidad de encontrar recursos para atender a los damnificados, esa exigencia se exacerbó y se convirtió en clamor popular. Ante ello, arrinconados por quienes hacen uso político de la tragedia, los principales partidos políticos decidieron ya, eliminar ese financiamiento. Así las cosas, creo que se trata de una decisión que difícilmente admite reversa; lamentablemente. Lamentablemente porque estoy cierto de que se trata de un grave error. Es un error por al menos tres razones:

  1. Eliminar el financiamiento público a los partidos es peligroso. El financiamiento público de los partidos es uno de los principales instrumentos para generar equidad en el sistema electoral, y un sistema electoral equitativo es lo que garantiza la democracia; sin equidad electoral, lo que se incentiva es la autocracia; peligroso también, porque en todo el mundo y en todas la épocas se ha visto que sin financiamiento público son los ricos –en el mejor de los casos–, los que terminan financiando las campañas, favor que sin falta cobran de manera exorbitante a los gobernantes ya en ejercicio; así, la falta de financiamiento público se traduce en plutocracia, y a la postre, en mayor desigualdad. No en balde el financiamiento público es un pilar de la democracia. Si lo que queremos es que los ricos nos gobiernen, si lo que queremos es que los ricos gobiernen a nuestros representantes, entonces la decisión de eliminar el financiamiento público a los partidos es correcta.
  2. Eliminar el financiamiento público a los partidos es ingenuo. Sin duda a quien más le beneficia la inequidad electoral es al PRI-gobierno y a los que financian sus campañas como modelo de negocio; es al PRI-gobierno y a Peña Nieto a los que le hacemos el favor con esta petición “ciudadana”; ellos, con su dinero ilegal no tendrán problemas en aplastar a cualquier rival electoral; y es ingenuo también, porque en realidad hay muchísimas fuentes de recursos públicos mucho mas sustantivas e inmediatas para atender a los damnificados que las que pudieran provenir de los partidos.
  3. Eliminar el financiamiento público a los partidos es una decisión importante que no admite tribulaciones. De esta decisión puede depender la vigencia de nuestra democracia, y por lo tanto, no debe ser tomada al tenor de una coyuntura trágica como la que nos arroja el terremoto de la semana pasada, es una decisión que en su caso, debe tomarse con serenidad, con prudencia y a la luz de una reflexión informada e inteligente. No desconozco las ventajas que también puede implicar la eliminación del susodicho financiamiento, pero insisto, cualquiera que sea la decisión que al respecto se tome, debe ser tomada acabando el proceso electoral que legalmente ya comenzó.

Con mucho respeto, y entendiendo que la mayoría de los que hacen esta petición la hacen de buena fe, les invito a no caer en el ardid de la antipolítica, en el juego de los intereses oscuros  y en las garras de la ingenuidad.

Habría que preguntarse qué es lo que en realidad se quiere: si lo que queremos es apoyar a los damnificados, no hay problema, todos estamos de acuerdo y existen vías de sobra para financiarlo. Pero si lo que se quiere es eliminar el financiamiento público a los partidos, demos el debate en su momento; en el asunto va de por medio el futuro de nuestra democracia. Por lo pronto, creo que lo inteligente y lo prudente es dejar que nuestra incipiente y torpedeada democracia termine de consolidarse, y que encontremos la forma de apoyar a los damnificados sin arriesgarla. Con absoluta seguridad les digo: dinero hay.

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