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La clave de la información

Ambiente enrarecido

El Eslabón Perdido

 

Humberto Melgoza Vega

 

Desde hace varias semanas, en las calles de San Luis Río Colorado se respira una tensa calma, por las campañas políticas que subirán de tono a partir del 19 de mayo que inicie el proceso en pleno, con la inclusión de los candidatos a las alcaldías y diputaciones locales, y por los recientes crímenes y actos intimidatorios que enrarecen aún más el ambiente. Tanto en el ámbito de la seguridad pública, como en el aspecto social.

En el último mes y medio se han suscitado muchos delitos y crímenes con violencia, pero son tres eventos en especial los que no terminan de ser digeridos por la opinión pública, que parece que olvida pero no perdona.

Me refiero al lamentable como atroz crimen del joven comandante de zona Daniel Cortez, quien fue asesinado y luego le prendieron fuego a bordo de su vehículo en la zona de las Lomas del ejido La Grullita; la colocación hace un par de semanas de unas narco-mantas con amenazas para los jefes policiacos y para el alcalde, que trataron de minimizar o peor aún de ocultar el mensaje intimidante, y más recientemente el asesinato de Alfonso Ernesto Anaya Méndez.

Los tres eventos, en una ciudad chica que aspira a vivir en paz, nos hablan del grado de descomposición social que peligrosamente hemos alcanzado, donde ya no hay respeto por la vida y cada vez menos de la autoridad.

Del crimen del oficial de Policía, quien era el encargado de la base Bosque de la Ciudad, poco o nada se ha sabido respecto a los autores materiales y tampoco han expectativas de que se logre detener al autor intelectual, es decir, a quien ideó y ordenó el homicidio.

El jueves de la semana pasada, luego de que los forenses entregaron los exámenes de ADN y se confirmó su identidad, sus restos fueron despedidos con honores en la comandancia de policía y se ofició una misa religiosa por el descanso eterno de su alma.

Aunque la narco-mantas según la versión oficial nunca existieron, el reforzamiento de la seguridad en los jefes policiacos es real. Saben que como broma es muy pesada; el hecho de que alguien madrugue para colgar una manta con amenazas en la secundaria de la Ley de Alfabetización 42 y 43 no puede ser echado en saco roto, aunque manejado de manera discreta para no generar sicosis.

En una profesión tan de alto riesgo como la de policía, ninguna precaución está de más.

Hace unos días, los tripulantes de una Cherokee de modelo reciente color negra fue reportada pasando en repetidas veces, a baja de velocidad, por el domicilio donde vive el director de la corporación.

La actitud intimidante no pasó desapercibida ya que además de pasar despacio y con la ventana abajo, no les interesaba que ahí estuviera un vigilante uniformado.

Aunque se reportó la unidad y se le dio seguimiento, no se sabe que haya habido detenidos.

Para acabarla de molar, el homicidio del Poncho Anaya, rafagueado en plena zona residencial de la colonia Industrial la tarde del pasado viernes, podría representar la incipiente disputa por la plaza por parte de las organizaciones del narcotráfico.

Empresario de la industria del entretenimiento, dueño o al menos encargado de algunos antros en la zona centro de la ciudad, en sus ratos libres el Poncho Anaya era un importante operador para la gente de Sinaloa, al menos en los últimos 20 años, en una temporadas más fuerte e influyente que otras.

En los corrillos policiacos se menciona que hace como un año quiso ser el chilo de la plaza, pagando por protección para que no permitieran trabajar a otros grupos pero nomás se mantuvo una corta temporada y lo remplazaron.

En abril de 2007 el Poncho y su grupo fueron detenidos por el clan de los Zamora, quienes entonces habían sido confinados a la caseta de policía que se encuentra en Campamento.

Luego de hacer detonaciones en las carreras de caballos fue detenido por los Zamora y remitido a la comandancia con todo y armas, a pesar de que intentó charolear, asegurando que contaba con la protección de los jefes policiacos.

De manera que no mataron a cualquier persona, y no se sabe si fue una venganza o una manera violenta de desplazarlo de una ciudad donde cada vez se ven circulando más carros con placas del estado de Jalisco.

 

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