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Aquí no hay hambre, pura necesidad

Dentro de la Cruzada Nacional contra el Hambre emprendida por el gobierno federal en San Luis funcionan varios comedores comunitarios donde las cocineras prestan sus servicios de manera voluntaria, sin recibir a cambio una remuneración económica aparte de la satisfacción de llenar la panza de quienes sobreviven al día.

Ramón Santoyo 

comedor-1Son las 6:00 de la mañana, el cielo está nublado y doña Rosita se encuentra en el patio del comedor comunitario haciendo las bolas de masa para las tortillas, que después doña Jesusa aplanará y pondrá en un comal caliente para que sirva de compañía para el huevo con chilorio que Laura les ha preparado a todos los beneficiados del comedor comunitario. A esa hora el sol apenas se está despertando, pero la estufa ya está encendida y el chilorio se encuentra revolviéndose con los huevos para cuando el primer hombre o mujer que llegue a comer tenga todo preparado y no tenga que esperar ni un minuto en ser atendido por Fabi, quien con la sonrisa marcada en el rostro sirve los platos de alimentos y los pone frente a los que vienen desde “quinta la madre”.

Son cinco mujeres quienes se encuentran en la cocina sirviendo a las personas que se acercan a desayunar o comer. Se les pide 5 pesos de cooperación para el gasto corriente “quesque el gas, y pues, la verdad el puro gas”. No todos lo pagan, “es más, la mayoría ni lo pagan, pues es gente muy humilde la que se acerca aquí a comer”. El menú es variado, no siempre les dan las mismas comidas a las personas, “el menú lo mandan de México, y con lo que nos dan pues preparamos los alimentos”.

Está en un patio, ubicado entre las orillas de San Luis, curiosamente a una calle de distancia transita un tramo pavimentado, hay una ruta de pesera que deja a las personas muy cerca del comedor comunitario que atiende Laura. El desayuno comienza a las 7 de la mañana y se acaba a las 9, en ocasiones puede prolongarse hasta las 9:30 am, “no más”, dice Laura Elena, la encargada del comedor comunitario, finalmente es su casa, es su patio, ella manda. 

Laura tiene una supervisora de nombre Mirna a la que los de la Sedesol sí le pagan. No le permiten dar entrevistas a reporteros porque aún no ha llegado el coordinador estatal de la dependencia federal, pero por mera lógica se sabe que es parte de la famosa Cruzada Nacional Contra el Hambre que el gobierno federal comenzó desde el 22 de enero del 2013 con la finalidad de “Lograr la seguridad alimentaria y nutricional de la población en Pobreza Extrema de Alimentación. Reducir el rezago educativo de esta población. Elevar el acceso a servicios de salud. Aumentar la inclusión en esquemas de seguridad social. Mejorar la calidad y espacios de las viviendas que habitan. Ampliar el acceso a servicios básicos de la vivienda como son luz, agua y drenaje. Crear condiciones favorables para la generación de fuentes sustentables de ingreso”.

Platica Laura Elena con una timbre chillón que su marido fue quien ofreció su casa para la tarea, son priístas. Su marido ya no está, ella se burla un poco y utiliza la tan ya quemada frase, “es que todos los hombres son iguales”. Atienden a muchas personas, de 105 a 120 diarias. No les pagan nada, ellas son voluntarias, “me gusta mucho atender a las personas, y pues, les estoy dando de comer”.

En México existen 27.4 millones de personas que tienen carencia alimentaria. “La población en pobreza extrema se establece cuando una persona no cuenta con el ingreso para adquirir una canasta alimentaria cuyo valor está definido por la Línea de Bienestar Mínimo (LBM) y, además presenta 3 o más carencias sociales. La Línea de Bienestar Mínimo representa el costo de los alimentos que aportan un piso mínimo de nutrientes a las personas y cuyo valor va de los $834.42 pesos en zonas rurales, a los $1,179.14 pesos en zonas urbanas” (CONEVAL. Datos agosto 2013).

En México viven 11.5 millones de personas en pobreza extrema, de las cuales la Cruzada Nacional contra el hambre ubicó a 7.01 millones de personas que viven en pobreza extrema de alimentación para ser atendidas, “una persona se encuentra en Pobreza Extrema de Alimentación si su ingreso es menor a la Línea de Bienestar Mínimo, padece carencia alimentaria y además presenta 2 o más carencias sociales que mide CONEVAL: rezago educativo, carencia de servicios de salud, carencia de la seguridad social, carencia de calidad y espacios de la vivienda, así como carencia de servicios básicos”.

El desayuno es más tranquilo que la comida, la gente aplica la máxima de Fox “comes y te vas”, en cambio, en la comida de medio día, la que se sirve de 12:00 hrs a 14:00 hrs, la gente es más platicadora, y más si toca el día en que doña Teresa hace su milagrosa aparición, se dice que milagrosa porque cuenta que 4 meses atrás sufrió un infarto, “y sigo viva, porque soy como un animal, bien recia, no sabré escribir mi nombre, pero sí mantenerme con vida, ja,ja,ja”. Se mofa de la muerte mientras de la bolsa de su sudadera roja saca una bolsa vacía de Chips verdes, ahí comienza a depositar la comida que le sobró tanto a ella como al reportero quien de mala gana prueba la comida. La comida es para sus 4 gatos, unos recién nacidos con el cuerpo gris como el suéter del cronista y de cara negra como “el hombre ese que dice que viene de Michoacán, Tierra Caliente, no sé, de allá del sur”.

Según la CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), en Sonora el 29.1 % de la población vive en condiciones de pobreza, es decir, 821 mil habitantes, mientras que el 5 % se encuentra en pobreza extrema (139 mil habitantes).

La comida es carne con chile y nopales, arroz rojo, y unos frijoles de la olla; de beber, jugo de mango y agua natural. “No creas que nosotras vamos al mandado y compramos la comida, no, la comida ya nos la mandan enlatada los de México, y pues, aquí la mezclamos, la calentamos, y se las damos… nos levantamos desde muy temprano para limpiar, aquí somos bien limpias,” v dice doña Rosita quien en ese momento lava el traste que se utilizó para mezclar la masa de las tortillas.

Fabi se sienta en la mesa que está junto a la cocina, ella es la que sirve la comida, pero es su hora de descanso, comienza a comer mientras alimenta a la vez a su niña de 2 años. Un joven, pudiera ser su papá, se acerca y empieza a hacer trompetillas con la boca, la niña lo imita escupiendo toda la comida, Fabi se molesta, “deja de hacer eso cabrón, qué no ves que está tirando la comida”, él se ríe, de hecho todos lo hacen. Después de unos minutos Fabi continúa comiendo, se le toma una fotografía, “no, no lo hagas, bueno, sí, pero no mientras como, me voy a ver muy gorda”, bromea con eso. 

Es una muchacha con sobrepeso de tez morena clara y cabello oscuro como sus ojos. Ella es la que obliga al reportero a comer, “mínimo una tortilla, hombre”, medio cruda, y falta de sal, pero al final de cuentas comida.

Las personas que se encargan  de los comedores comunitarios son seleccionadas tras un barrido a lo largo de las colonias más necesitadas, en San Luis hay 10 de ellos, el proyecto se les presenta a las personas y el Gobierno Federal por parte de la Sedesol les otorga todo para alimentar al barrio (alimentos enlatados, agua embotellada, cocina, sillas, mesas, trastes), claro está que ellos no reciben nada a cambio más que la satisfacción de ayudar al necesitado. Cada comedor comunitario tiene capacidad para atender a 120 personas diariamente, este día fueron 103. 

Hay 26 sillas y 5 mesas en el patio de Laura Elena, en el cerco del patio hay una lona con la cara del alcalde del 25 ayuntamiento en donde se puede leer “coperación 5 pesos, 7-9 am, 12-2 pm (sic)”. Junto a la estufa hay una lona gigantesca del ‘Borrego’ Gándara, dice Laura que la tienen ahí para tapar a la gente del frío. Mientras Laura platica, su hijo de 19 años llega con un bote de pintura blanca y un rodillo y comienza a pasar el color a lo largo de toda la lona, “¿por qué lo pintas?”. “Pa’ que se vea más bonito”. Pasa el rodillo por el rostro del político. @

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