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La clave de la información

Lo que el fuego se llevó…

Sin techo, a la intemperie, entre los escombros y en la indefensión es parte de la situación que viven actualmente seis familias en la colonia Altar luego de que un incendio consumiera las viviendas que hoy intentan reconstruir como mejor pueden y con ayuda de la sociedad civil, que hasta la fecha les ha servido de mejor apoyo que las instituciones de gobierno que, con unas simples despensas, los mantienen a la espera

Bibiana García Garza

DSC_5539Luego de que todas sus pertenencias fueran reducidas a cenizas a causa del incendio ocurrido el pasado sábado en los predios localizados por la avenida Lázaro Cárdenas, entre las calles 39 y 40, seis familias afectadas se mantienen a la espera de recibir algún apoyo para reconstruir lo que les quedó de casa, o incluso mudarse.

El incidente se suscitó poco después de las 11:00 horas del 04 de julio a raíz de que los vecinos de la cuadra, que se dedican a recoger escombro y chatarra, quemaban basura para encontrar cobre y otros metales para vender.

La pequeña hoguera salió de control y el fuego creció alimentado por las ráfagas de viento que se registraron ese día, lo que junto con las ramas secas de los árboles, la madera de los techos de las casas aledañas y otros materiales inflamables del área, extendieron los daños cinco casas más adelante en menos de tres horas.

Aunque sobrevivieron al siniestro, las pérdidas materiales fueron, en algunos casos, totales: objetos, muebles, documentos y electrodomésticos.

Para al menos cuatro familias, se esfumó todo aquello habían logrado adquirir a base de muchos esfuerzos y sacrificios desde hacía por lo menos 15 años, su patrimonio.

Al momento del incidente algunos de los dueños o inquilinos se encontraban fuera trabajando, sin embargo, otros sí vieron de cerca el peligro y alcanzaron a salir por su propio pie, e inclusive a sacar a personas de la tercera edad con imposibilidad de moverse, mismos que vivían precisamente en la casa del patio en el que empezó el incendio.

Según refirieron los vecinos, aunque los bomberos arribaron a tiempo al lugar, sus carencias en equipo y elementos se hicieron evidentes pues no alcanzaban a controlar las llamaradas sino hasta casi cuatro horas después, luego de que lograran conseguir una pipa con agua mientras luchaban por controlar la situación y reducir los daños al máximo.

Sin embargo, para cuando finalmente se pudo apagar, el fuego ya había dado cuenta de cocinas, baños y recámaras enteras, terminó con los techos y las pertenencias de las víctimas, que ya solo daban gracias a Dios el seguir con vida y que nadie resultó herido por la quemazón.

Lo perdieron todo: ropa, documentos, artículos personales y recuerdos, solo quedó la ceniza, la basura, los olores y gases que todavía se respiran ahí. Ahora el calor, el viento, la espera, el trabajo de limpieza, el recuento de los daños y la desesperación.

“Todo, todo se nos quemó, lo que ven aquí, es lo poquito que nos quedó, lo demás es lo que nos ha estado trayendo la gente o que amistades nos han regalado, o las iglesias, pero no rescatamos nada, ahorita lo que nos apura es tener a dónde irnos a vivir”, comentaron los señores Margarita Rodríguez y Francisco Núñez, caminando entre las ruinas bajo la sombra de un arbolito, de los pocos que quedaron en pie.

Y es que en su caso, no les quedó techo ni lugar para pasar la noche pues aunque tienen un terreno no pueden irse para allá porque no han regularizado y área no cuenta con servicios. La casa en la que vivían desde hacía apenas un año, hoy sólo los vestigios de algunas paredes, era de renta.

A pesar de que han amainado las temperaturas, cuenta, se ven obligados a pasar ahí la noche y también los días, para evitar que algún malviviente pase a robarse lo que la gente les ha ido a llevar para su supervivencia.

A muchos, tampoco les ha ido posible irse a trabajar, lo que les genera más pérdidas económicas.

Tampoco han podido descansar, siguen las labores de limpieza de la ´zona cero´: niños y hombres con palas, escobas y recogedores; niñas y señoras repartiéndose sandías, agua y comida que les han llevado los buenos samaritanos de San Luis y de las iglesias de Yuma, Somerton y San Luis, Arizona.

Polvo y calor es el entorno en el que niños y ancianos se encuentran, todavía en shock ante lo ocurrido, el sentimiento de pérdida se deja sentir en los alrededores, hogares forjados en años y perdidos en unas cuantas horas. No hay culpables, solo circunstancias que fueron adversas, coinciden.

A casi una semana después de la contingencia, los damnificados siguen recibiendo ropa, víveres y muebles, pero todavía necesitan un techo bajo el cual pernoctar y que más ayuda llegue pronto: artículos de limpieza personal y sobre todo, láminas y material de construcción para rehacer su casa.

Pese a que el Ayuntamiento ha hecho presencia en la “zona cero”, los afectados solicitan un mayor acercamiento que vaya “más allá de la despensa”, que se les ayude a salir adelante sin tener que esperar demasiado pues siguen al rayo del sol y en la incertidumbre.

Paolo Navarro de Desarrollo Social, así como trabajadoras sociales del DIF ya fueron, comentan, pero ahora quieren algo más que promesas, o que les den largas, o una bolsa de despensa, quieren ayuda, o por lo menos apoyo moral de las autoridades.

Entre los afectados hay personas de hasta los cien años de edad, así como niños y jóvenes, vulnerables de más a las altas temperaturas, en un entorno en el que es casi imposible mantener la higiene personal, muchos se quedaron sin baño, el agua no escasea, pero tampoco sale a chorros.

Tienen ahí dos contenedores para la basura pero Obras Públicas tampoco ha hecho acto de presencia para ayudarles a limpiar los escombros, ni el Oomapas, ni otras dependencias, lo que sin duda ahora forma parte de un reclamo entre los afectados, “para pedir el voto si vienen a tocar, puerta por puerta”, coinciden.

Los regidores del 26 Ayuntamiento igual: no han dado la cara para brindar algún apoyo, a pesar de que para “causas sociales” cuentan con una partida de alrededor de 6 mil pesos mensuales que se suma a su dieta quincenal; lo mismo fundaciones comunitarias surgidas en tiempos pre-electorales, nada.

Las ayudas que llegan son de la gente, reiteran los damnificados, como la familia de los señores Loreto y Francisco Quiñones, dos hermanos de 99 y 89 años de edad, respectivamente, quienes aunque fueron sacados de ahí el día del incendio para salvar sus vidas, quisieron regresar al terruño, aferrados a “su casa”, o lo que quedó de ella: solo paredes.

Ambos, refieren, viven con la señora ´Patita´ Gámez, de 54 años de edad, que fue quien ayudó a sacarlos de ahí y vivió auténticos momentos de angustia que le provocaron un súbito aumento en la presión.

Don Francisco, por su parte, sufrió durante unos momentos pensando que su hermano, invidente y sin posibilidad de moverse, había quedado atrapado en las llamas, por lo que fue trasladado al Seguro Social para ser tratado por el susto y su delicada condición de salud como adulto mayor.

Protagonista de la misma historia fue la señora Alma Delia Ochoa, madre soltera de tres hijos, a quien le avisaron en su trabajo que su casa se estaba quemando. Cuando llegó ya no había nada.

En su caso, comentó, si acudió a las oficinas del DIF a solicitar apoyo aunque se dio con pared: “no hay suficiente dinero para ayudarnos a todos”, dice que le dijeron.

Esto a pesar de que lo único que pide es ayuda para edificar algún cuarto, o paredes, señaló, con materiales con los que su casa no vuelva a correr el riesgo de otro incendio pues este no ha sido el primer siniestro de la cuadra, sino el segundo.

Hace algunos años también lo perdió todo, recordó su mamá, cuando la casa era de pura madera; esta vez el problema fueron los techos pues aunque las paredes son de ladrillo, el ´foam´ del cielo de algunas viviendas contribuyó a que el fuego creciera.

Para la señora María de la Cruz, en donde viven siete personas –tres adultos y cuatro niños-, fue una historia similar: el incendio consumió tres recámaras y cuarto de lavado, prácticamente media casa, dejando apenas un cuarto con el techo casi inservible.

“Mis hijos se quedaron sin cama, nos quedó gracias a Dios un cuartito pero tengo mucho chamaco y ellos no tienen donde dormir”, comentó.

Su cocina se salvó porque alcanzaron a desconectar el tanque de gas aunque de cualquier manera, lamenta, son pérdidas económicas y de cosas que se lograron luego de tantos años de sacrificios y esfuerzos.

Al igual que los demás, tampoco alcanzó a salvar casi nada, ya no tienen documentos, ni cama, ni ropa, ni aparatos de aire acondicionado; solo lo que la gente les ha regalado en los últimos días para salir adelante, así como lo que ellos por su propia cuenta han conseguido, también faltando a su trabajo y sin poder salir de casa mientras se compone un poco su situación.

** “Todo quedó en promesas” **

Acerca del apoyo que se ha recibido del gobierno, doña María opinó que da la impresión de que a las autoridades no les urge ayudar, y aunque han mostrado disposición, de palabra, falta ver que eso se refleje en los hechos… y pronto.

Y es que mientras se mantienen todos a la espera, es difícil ir a trabajar, cuidar a los niños o hacer una vida normal cuando en muchos casos ni siquiera se cuenta con un baño, cooler o aire acondicionado, sobre todo en las condiciones climáticas características de esta ciudad durante la temporada alta del verano.

Ese sentir es compartido por todos los demás vecinos que perdieron su vivienda o gran parte de ésta, como la señora Beatriz Celaya, en donde viven seis personas, entre estas cuatro niños.

Ahí apenas se salvó un cuarto y unos cuantos muebles, pero no tienen cocina y se ven obligados a hacer de comer afuera, lejos de techos y material de madera, prácticamente al rayo del sol cuidando que eso no provoque otra quemazón.

Lo más apremiante, concordó con sus vecinos, es que el gobierno no está ayudando, “… luego de que trajeron la despensa fuimos a pedir ayuda para material de construcción pero nos dijeron que ya no hay dinero porque ya van a salir los que están ahorita y pues sí, de seguro ya se llevaron todo”.

Y es que aunque sí se les dio esperanza de apoyo y hubo funcionarios que recorrieron el área luego del siniestro, no se les dijo cuándo se ayudará, ni se les volvió a visitar, “sólo vinieron una vez”, repiten con resignación familiares de los afectados.

Con enojo y hartazgo al tocar ese tema, dicen estar convencidos de que los “políticos” sólo visitan a la gente para tomarse la foto y quedar bien, para dar una despensa o cuando necesitan algo, pero no cuando hay que ayudar, retribuir o dar algo a cambio, cuando más se les necesita, “para eso siempre tienen pretextos”, dicen.

“Los únicos que han venido son los hermanos de las iglesias americanas, pero el gobierno no viene para nada, aquí está la prueba de que aunque digan que ya vinieron y ayudaron, no es cierto. Yo aquí fui la que quité el techo y lo que ya no servía, es más la gente que menos tiene la que viene a ayudar que ellos, lo dejan todo como siempre en puras promesas”, lamentó doña Beatriz.

Todavía hasta el cierre de esta edición el día jueves 09 de julio por la tarde, la joven Lorena Canizales, hija de la señora María de la Cruz, refirió que ninguna autoridad de gobierno había ido a visitarlos otra vez, “… estamos bien aunque en la misma situación, sin ninguna ayuda ni visita por parte del gobierno”.

A pesar de ello, todos mostraron su agradecimiento a las personas que se han acercado y solicitaron que, si alguien tiene la intención de apoyarlos, por favor lo haga con material de construcción, víveres o artículos de limpieza personal, puesto que ya cuentan por lo pronto con suficiente ropa.

La ayuda se recibe ahí mismo, en la zona cero (avenida Lázaro Cárdenas entre las calles 39 y 40), así como en el centro de acopio acondicionado en la Estación de Bomberos Municipales de la Avenida Mazatlán “C” y calle 42. @

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