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El Eslabón Perdido / Homologar la pobreza

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Humberto Melgoza Vega

A partir de ayer entró en vigor en todo el país la homologación al salario mínimo, por lo que ahora todos los trabajadores del país ganarán 70 pesotes con 10 centavos al día, parejito.

Esto implica que ya no habrá mexicanos de primera y de segunda, ya que anteriormente el país estaba divido en zonas A y B, en donde los salarios se diferenciaban por centavos, ahora todos los asalariados, obreros y maquiladores serán ciudadanos de quinta .

Gracias a este generoso aumento, de 1.83 pesos al día, ahora los trabajadores tendrán el dilema si con ese dinero se comprarán un birote o si hacen el esfuerzo y se compran uno de dulce.

La verdad que ya ni la burla perdonan.

Como si fuera la gran noticia, el Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) hizo el anuncio en una conferencia de prensa, precisamente en la sede de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).

Ahí estuvieron reunidos los representantes del “órgano tripartito” (gobierno, empresarios y trabajadores) quienes, según el boletín oficial, “coincidieron en señalar este hecho como histórico ya que contribuye a resarcir a pérdida del poder adquisitivo de los mexicanos”.

Con esta medida, anunciaron muy orondos, “se cumple el compromiso establecido en el Plan Nacional de Desarrollo, de mejorar los ingresos de los trabajadores y de resarcir la pérdida del poder adquisitivo del salario”.

Mientras que el presidente lleva por el mundo su cruzada contra el populismo –ya lo dijo en su tercer informe de gobierno, lo dijo hace unos días tartamudeando ante la ONU, la principal amenaza encarnada, según el gobierno y sus secuaces, en Andrés Manuel López Obrador–, en el país que hace como que gobierna cada vez hay más gente viviendo en pobreza extrema.

Aunque dicen que las comparaciones son odiosas, aún más en este caso, a veces son hasta necesarias.

El salario mínimo en Estados Unidos oscila entre los 10 y los 15 dólares la hora, quizás por eso a nuestros paisanos poco les importa morir en el intento con tal de irse a trabajar al otro lado. Prefieren arriesgarse que quedarse en México y sufrir una lenta agonía que igualmente los matará de hambre o de alguna enfermedad por las bajas defensas inmunológicas a causa de la desnutrición.

Quizás, a juicio de la clase empresarial y gubernamental mexicana, no sea tan bajo el salario si se compara con algunas regiones de nuestro vecino del sur, Guatemala, donde algunos de sus pobladores viven, más bien, sobreviven, con solo 1 dólar al día.

Hace poco miré en Netflix el documental “Living on one dollar”, la investigación de los estudiantes de economía Chris Temple y Zack Ingrasci, residentes de Los Angeles, California, quienes durante 2 meses experimentaron en carne propia lo que es comerse un plátano en el desayuno, otro para la comida y dejar la cáscara para la cena, lo cual los llevó a perder 18 kilos.

En México definitivamente no se cantan mal las rancheras, en un país con la mitad de su población viviendo en la pobreza, poco más de 50 millones de personas, mientras que por ejemplo los jueces, magistrados y consejeros electorales se embolsan en promedio medio millón de pesos mensuales.

Los diputados y senadores de nuestro país, que reciben por sus servicios prestados a la nación alrededor de 180 mil pesos mensuales, parece que están muy cómodos ganando un dineral mientras que la gran mayoría de la población se debate en la miseria, en algunas regiones comiendo pura tortilla con chile y agua del canal.

Esta triste realidad es posible gracias a que en México contamos con una clase empresarial explotadora, con unos líderes sindicales charros y vendidos, con un gobierno corrupto e indolente y una sociedad conformista y agachona.

Y es que, teniendo la panza vacía, o más bien llena, pero de lombrices, quién va a tener ánimos y energía ya no se diga para hacer otra revolución, cuando menos para protestar y quejarse, aunque no se ganen nada.

Lo bueno es que aquí en la frontera estamos en la “gloria”, en todas las empresas ofrecen sueldos “arriba del mínimo”, por lo que sus empleados se ganan de 700 a 800 pesos luego de matarse entre 8 y 10 horas trabajando como burros, para que luego el fin de semana se les antoje ir al cine y dejen la mitad de su sueldo en la dulcería.

“Salario mínimo al presidente, para que sepa lo que se siente”, dijo el columnista, un riesgo para el país, por populista.

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