Semanario Contraseña

La clave de la información

Seropositivo: el reto de vivir con VIH

[vc_row parallax=”” parallax_image=”” hide_border_bottom=”” dark_section=”” no_bottom_padding=””][vc_column width=”1/1″][vc_column_text]

La lucha por la supervivencia es apenas una pequeña parte de la vida de ‘E’ quien, luego de ser diagnosticado como seropositivo no sólo ha tenido que enfrentarse al cambio de hábitos para cuidar su salud, sino también al estigma social, a la discriminación y a la ignorancia, a lo que se resigna a combatir con una sonrisa y una actitud que, asegura, lo mantiene vivo y dispuesto a luchar sin tregua y hasta el final

Bibiana García Garza

SAN LUIS RIO COLORADO.- La mejor manera de hacer conciencia sobre el entorno en el que vivimos es mirarse en el reflejo de quien día con día vive una realidad distinta a la nuestra, y a la vez, una mucho más cercana de lo que nos imaginamos.

Sin duda, el habitar, sólo por un momento, la piel de aquellos que se enfrentan a situaciones que pudieran parecer tan lejanas nos acerca a nuestra propia humanidad.

Es justo el 1 de diciembre, Día Mundial de la Lucha Contra el VIH-Sida, en el que se promueven con mayor intensidad las campañas de prevención y no a la discriminación así como también se recuerda la memoria de aquellos que perdieron la batalla de esta enfermedad que ha azotado a la humanidad desde principios de los años ochenta.

Las noticias como cada año iban centradas en las estadísticas que sólo revelan lo ya conocido: el VIH sigue cobrando vidas y contagiando a jóvenes, adultos, hombres, mujeres y niños, esa sí, sin discriminar por color de piel, preferencia sexual o clase social, a diferencia de aquellos quienes se rigen por prejuicios que, por regla general, obnubilan todo vestigio de razón.

En mi agenda tenía programada la cita con quien por cuestiones de confidencialidad llamaré ‘E’, un paciente seropositivo que reside en esta ciudad, entrevista que pude concretar gracias a la ayuda del titular del Departamento de Epidemiología del Hospital General, en términos absolutamente confidenciales.

Yo no lo conocía, nunca en mi vida lo había visto, no imaginaba cómo lucía ni tampoco estaba segura qué tanto querría compartir conmigo en la entrevista, pero me alegró la disposición que mostró para contar su historia.

En un principio me interesaba platicar con esa persona para conocer su caso y complementar un reportaje sobre el VIH/Sida que desde la semana pasada había abordado con cifras y datos internacionales, nacionales y estatales, pero el panorama siempre cambia cuando abordas el tren de la realidad.

‘E’ cruzó la puerta, nos presentamos, y hasta sentarnos de frente pude finalmente verme en sus ojos, con lo que se abrió una última puerta hacia un secreto que me había confiado indirectamente al haber accedido a verme, uno que no suele compartir con cualquier persona, según dijo, a veces por discreción, y a veces por temor a la misma ignorancia de la gente.

‘E’ tiene 59 años de edad y hace once años fue diagnosticado con VIH, una noticia que, a veces, todavía ni siquiera termina de creer, pero acepta con serenidad, valor y fortaleza, muy ‘echado pa’ adelante’, como se dice coloquialmente.

Sin embargo, ‘E’ no percibe su condición como una sentencia o un problema imposible de vencer sino inclusive hasta como un reto que asume a diario para, como él dice, “darle pelea”, luchar hasta el final sin cansancio ni vergüenza, pero obligado a vivir bajo el velo del anonimato.

El fallo positivo

“A mí no me va a pasar” era una frase que, aunque trillada, llegó a pasar por la mente de ‘E’ mucho antes de ser diagnosticado tras una serie de pruebas que se le practicaron a raíz de no mostrar mejoría ante un cuadro de tuberculosis que se le presentó en más de una ocasión.

Todo empezó con un dolor agudo en la garanta y tos, lo que generó un diagnóstico inicial de tuberculosis, noticia que en un principio consideraba como el peor de los escenarios y que hasta le hizo pensar, sin medir las dimensiones, que era algo mucho peor que el VIH.

“Yo pensaba que la tuberculosis era lo peor del mundo, tú sabes, también por el estigma y porque es muy contagioso, y a mí me gusta mucho tener amigos y salir, soy muy dado a eso, por lo que me hizo pensar en cómo le iba a hacer, con mi familia, todo eso se me vino a la cabeza”, comentó.

No obstante, se recuperó al cabo de unos meses de tratamiento aparentemente exitoso pero para su sorpresa, en poco tiempo resurgió la enfermedad.

Así siguió un segundo tratamiento del cual, otra vez, parecía haberse recuperado, cuando nuevamente presentó el cuadro, lo que llamó la atención de los médicos que finalmente decidieron hacerle la prueba del VIH, para lo cual en total disposición y preocupación dio su consentimiento.

La espera por los resultados fue larga, un lapso de tiempo que le hizo contemplar por primera vez la posibilidad de un fallo positivo que en su momento trató de asimilar con resignación y una actitud positiva.

“Me dijeron que de diez a doce días estarían listos los resultados, pero pasan diez, quince días, un mes, mes y medio, y nada, hasta en broma decía yo ‘de seguro que ya salí premiado’ y pensaba ‘pues qué tiene, ya ni modo’”.

Pero muy en el fondo, confesó, tenía la esperanza de que no fuera cierto aun cuando los doctores mostraban nerviosismo y seriedad inusuales minutos antes de darle la noticia, “… según yo ya iba preparado, pero en el fondo decía yo ‘no, ojalá y no’”.

Y es que, a pesar de la anticipación a ese posible diagnóstico, nada le preparó del todo para el momento en el que le confirmaron que las sospechas habían resultado ciertas: la prueba salió positiva, no había vuelta atrás.

En aquel entonces, recuerda, sintió el temor y la incertidumbre, en gran medida por no contar con la información que hoy tiene respecto a la enfermedad y la diferencia entre un portador del virus (seropositivo), y alguien que ya ha desarrollado el Sida.

Para empezar a asimilar el problema, de mucho le ayudó un amigo cercano que, sin él saberlo, también tenía VIH y, en su caso, ya había desarrollado la enfermedad, lo que le sirvió de gran apoyo para comprender su situación y decidirse a seguir un tratamiento con una actitud positiva, que por cierto juega un rol extremadamente importante para los procesos de recuperación.

Fue así como ‘E’ decidió iniciar con su tratamiento en la ciudad de Mexicali, Baja California, mismo que continúa aquí en San Luis Río Colorado hasta el día de hoy, un camino de altas y bajas que se dispone a andar todos los días.

El estigma social

Parte de su condición, abundó, tiene mucho que ver con lidiar con una sociedad que aún hoy, a más de 30 años de hablarse sin cesar sobre la enfermedad en campañas y medios de comunicación así como sobre las formas de contagio y el promover la no discriminación, sigue relegando a quienes la padecen.

Una de ellas tiene que ver con la homofobia, lamentó, porque se asocia al Sida con la comunidad gay, sobre todo con los hombres, así como con la promiscuidad, a pesar de que es por demás sabido que el VIH no hace distinciones ni de género, ni de preferencia sexual, mucho menos de raza, edad o condición social.

Incluso en su familia, son contadas las personas que saben sobre su situación y más aún quienes lo apoyan de manera genuina, sus ángeles, como él les llama, aunque no todos lo supieron por su propia boca, sino por accidente.

Así sucede también con una parte de su círculo social, que por la indiscreción de una persona allegada conocieron su secreto, que a su vez confesó por esas imperiosas ganas de desahogarse con alguien y buscar el apoyo moral de un amigo que terminó divulgándolo.

Y es que al poco tiempo se enteró de que muchas otras personas lo sabían, y muchas empezaron a darle un trato distinto, a tomar su distancia, a generar habladurías… una discriminación a la par de la que se da fuera de la comunidad gay, o quizás peor, dice.

Sin embargo, el peor caso de rechazo que ha sufrido no fue entre la gente de su círculo social, sino en una institución médica, justo cuando acudió a hacerse la prueba del VIH, cuando el químico que obtuvo su muestra de sangre se dirigió a él con una marcada distancia física, con un evidente temor a ser contagiado.

Esto a pesar de que ni siquiera había sido diagnosticado todavía, comentó, así como de la formación académica que probablemente había recibido para desempeñarse en su cargo, lo que le hizo sentir dolor y coraje ante una actitud inexplicable y que rayaba en lo ridículo.

La forma en la que fue tratado no pasó desapercibida, mencionó, pues fue denunciada y atendida por directivos de la institución médica en cuestión, quienes reprendieron al químico por su comportamiento explicándole lo que debió haber sabido: el VIH no se contagia por respirar el mismo aire que un enfermo, ni por tocarlo, ni por tener contacto con su sudor o su saliva.

“Mucha gente todavía piensa que por un estornudo mío, o porque te saludan, ya las contagiaste y no, esa es la mala información”.

El trago amargo, no obstante, lo tuvo, pero ya ni eso ni ninguna otra situación lo hace sentirse relegado hoy, más allá de los límites que la sociedad en general establece en relación a la enfermedad que debiera tratarse, afirmó, como cualquier otro padecimiento crónico, precisamente en el ánimo de luchar contra la discriminación y los prejuicios.

“Para mí es como cualquier otra enfermedad, como el cáncer, la hepatitis, la tuberculosis, la leucemia, y muchas de esas sí son altamente contagiosas pero ¿qué pasó?, es el estigma que viene de años atrás, por los medios sensacionalistas y por la gente desde que salió el primer caso, la enfermedad de los maricones, decían, como si fuera una peste, se satanizó”, expresó.

Por desgracia, admitió, es por eso que aún hoy, más de 30 años después del primer caso, se está muy lejos de lograrse avances en la apertura, lo que se refleja en que quienes tienen el virus se ven obligados a esconderlo.

En general, sigue siendo en extremo difícil luchar contra la cerrazón y la ignorancia que permea, sobre todo en la sociedad mexicana, respecto al VIH/Sida, agregó con resignación.

Lo único por hacer, sostiene, es seguir difundiendo entre los jóvenes los métodos de prevención porque aunque todos pensamos que nunca nos va a pasar, nadie está exento.

Sobre todo cuando las hormonas gobiernan a los jóvenes y se piensa poco en las consecuencias, mencionó, como un dique que se llena de agua y no hay cómo contener.

“Ojalá que los jóvenes la piensen bien porque todo va a depender de cómo visualizan un día que les digan: ‘Sí, eres positivo’, que piensen en los riesgos que tiene el no tomar conciencia de las cosas”, sobre todo, dijo, en un sistema en el que se les ofrecen alternativas para cuidarse desde temprana edad, incluso en las escuelas, en donde ya se les habla del VIH.

Ese tipo de información, además, debería de compartirse igualmente con los padres de familia, comentó, también con el fin de prevenir que el VIH siga propagándose y también contener el incremento de embarazos en adolescentes, entre otros riesgos.

 Amor a la vida

En medio de las vicisitudes de su condición, ‘E’ destaca ante todo sus ganas de vivir y se dice satisfecho con las alternativas con las que hoy cuenta la medicina para hacer frente al problema, mismas que brindan una mayor expectativa de vida para los pacientes.

Por fortuna, los tratamientos que hoy se ofrecen en las instituciones de salud mexicanas son gratuitos y están al alcance de todos, como el que cubre el IMSS y el Seguro Popular.

Esto por cierto, representa un respiro y un ahorro de hasta 14 mil pesos mensuales, que es el costo regular que se tendría que pagar por ellos en un sistema privado.

Aunado a ello, y no menos importante, está la actitud con la que se asuma la enfermedad, reiteró, que puede hacer la diferencia entre la mejoría de salud de un paciente y su deterioro, por lo que en lo personal trata de mantener una actitud positiva.

‘E’ se define como una persona que disfruta de los placeres simples de la vida, que pretende seguir viviendo al máximo hasta donde sus posibilidades se lo permitan.

 “… con todo y sus broncas la vida para mí es tan bonita, a mí me gusta mucho ver los atardeceres, me gusta mucho oír el montón de pájaros que andan cante y cante, me gusta mucho salir en el carro y que el aire me pegue en la cara, las cosas sencillas que pudiera parecer que no tienen chiste”, expresa con alegría.

La soledad,  los buenos recuerdos, los amigos, leer un libro, tomar un café, el cine, el teatro y el arte son cosas que llenan su espíritu de alegría, platica, todo es cosa de actitud para sobrellevar una enfermedad que también se tiene que afrontar con responsabilidad de los actos cometidos en el pasado.

“Yo me propuse eso, la actitud positiva es muy importante porque yo no le creí esas palabras al doctor cuando me lo dijo, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que era cierto, y me propuse a darle pelea, y eso es lo que estoy haciendo, hay que ponerle buena cara al mal tiempo y pa´ adelante”, concluyó, como en un inicio, con una sonrisa que dibuja las ganas de vivir y no darse por vencido hasta el final.

Antes de despedirse, ‘E’ partió con el mensaje de practicar el amor propio y disfrutar la vida con responsabilidad, o lo que quede de ella, así como de no dejarse hundir por los problemas triviales ni mucho menos, por los más severos. @

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Deja un comentario

× Platique con nosotros