[El Eslabón Perdido] País de muertos
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Humberto Melgoza Vega
Al paso que vamos, el gobierno de la República encabezado por Enrique Peña Nieto rebasará el récord de homicidios dolosos impuesto durante la guerra contra el narcotráfico declarada en el sexenio del panista Felipe Calderón Hinojosa.
Lamentablemente, en este ambiente de descomposición social son muchas las víctimas inocentes, “daños colaterales” de personas que no debieron haber muerto porque no andaban en malos pasos. En esta cifra roja se cuentan un número importante de periodistas.
En el sexenio de Felipe Calderón, de acuerdo a cifras oficiales dadas a conocer por el Inegi, fueron más de 121 mil los crímenes cometidos contra igual número de personas durante el llamado calderonato.
Ahora, a la mitad del sexenio de Peña Nieto, a pesar de que intentan proyectar una imagen de que el país está en paz, la cifra de muertes con violencia ya rebasa los 65 mil, según el recuento que lleva puntual el semanario tijuanense Zeta.
Si seguimos con este ritmo, el deshonroso récord registrado el sexenio pasado será rebasado y eso que el gobierno ya no está en guerra contra los narcos.
Por lo pronto, a esta cifra roja podemos agregarle los 52 reos que murieron ayer en un penal de Nuevo León luego de un fallido intento de fuga.
El discurso que siempre ha mantenido el gobierno es que los ciudadanos de bien no tenemos de qué preocuparnos, que los narcos se matan solo entre ellos en sus disputas por el control del negocio de la droga, pero sabemos que eso no es cierto.
*Kill the Messenger
Son tantos los reporteros que han sido asesinados en los últimos diez años en México que ya hasta perdimos la cuenta.
Unos informes manejan que 80, otros dicen que van alrededor de 100, el caso es que es una cifra impresionante que ha puesto a México como el más peligroso del mundo para la práctica del periodismo, aun por encima de países que están en plena guerra civil como Siria o Afganistán.
De los estados de la República durante mucho tiempo correspondió a Chihuahua mantenerse como el primer lugar en número de agresiones contra periodistas pero desde que el priista Javier Duarte se convirtió el gobernador de Veracruz éste les dijo “quítense que ai les voy”.
Desde 2010 hasta la fecha, nada más en el estado donde Javier Duarte junto con el cártel de Los Zetas han impuesto un imperio de terror van contabilizados 19 periodistas asesinados.
Todos los crímenes son igual de condenables, nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otra persona, pero desde el asesinato de Regina Martínez, quien era corresponsal de la revista Proceso en Veracruz ningún otro atentado contra reporteros había causado tanto impacto, repudio e indignación como el de Anabel Flores Salazar, reportera de El Sol de Orizaba, condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y hasta por la Unesco.
La madrugada del pasado lunes 8 de febrero, un grupo de hombres armados irrumpió en el domicilio particular de Anabel Flores y la sacó por la fuerza; al día siguiente fue encontrado su cuerpo sin vida en el vecino estado de Puebla, con señas de haber sido torturada, maniatada y con una bolsa cubriéndole la cabeza.
La fotografía fue difundida por algunos medios de comunicación, lo cual provocó indignación en algunos sectores de la población, por lo grotesco de la imagen, lo cual alimentaba aún más el morbo en torno al asesinato.
Como ocurre en estos casos, sobre el crimen de Anabel Flores –quien deja en la orfandad a dos niñas, una bebé de brazos–, ya comenzaron a correr las versiones que pretenden relacionarla con la delincuencia, como si eso justificara que la hayan matado.
Ayer, reporteros, colegas de Mexicali se manifestaron en contra del clima de inseguridad que sufre el gremio, sobre todo en el centro y sur del país.
Desde este rincón de la patria exigieron al gobierno que haga su tarea de garantizar las mínimas condiciones de seguridad para ejercer el oficio que se ha convertido en uno de altísimo riesgo.
En Sonora a nadie se le ocurrió alzar la voz, más entretenidos con la visita del “señor presidente” de la República, como que ven esos crímenes como algo lejano, como si ocurrieran en otra galaxia; embelesados con el gobierno de Claudia Pavlovich, a la que todo le festejan, piensan que en Sonora eso nunca va a ocurrir.
La falta de solidaridad en el gremio, en el que cada quien vela por sus propios intereses, aunada a la impunidad característica de este país, crea el ambiente propicio para que este tipo de atrocidades se sigan cometiendo.
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