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TAMAULIPAS La raíz del miedo para la prensa en México

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México sigue siendo el país del mundo más peligroso para ejercer el periodismo. A pesar de que la guerra contra el narcotráfico declarada por el anterior gobierno federal supuestamente ya terminó, la situación en nada ha cambiado, por el contrario, cada día tiende a empeorar. En su Informe Anual sobre los atentados contra miembros de los medios de comunicación, la organización internacional Artículo 19 nos ofrece el oscuro panorama que prevalece en Tamaulipas.

Francisco Sandoval Alarcón 

CIUDAD DE MEXICO.- Enrique Juárez no cree que la autoridad vaya a resolver la privación ilegal de la libertad que sufrió a manos del crimen organizado el 4 de febrero de 2015. Tiene miedo. Se siente desprotegido. La misma sensación existe entre sus colegas, un grupo de periodistas que diariamente producen y editan noticias en Matamoros, Tamaulipas.

—Salgo volteando para todos lados. Se me acerca un carro y acelero. Hago maniobras evasivas cuando manejo. Pero aquí seguimos —dice Enrique.

Enrique se desempeñaba como director editorial del periódico El Mañana de Matamoros hasta el día en que fue privado de su libertad.

Su tono es tranquilo cuando platica cómo es hacer periodismo en Matamoros.

—No se hace periodismo por el control del crimen organizado, todo es por encimita y a veces ni por encimita —admite.

El día que lo privaron de la libertad, El Mañana de Matamoros, así como su periódico hermano El Mañana de Reynosa, no publicaron información “por encimita” en su primera plana. Todo lo contrario, ofrecieron un recuento detallado de los enfrentamientos armados registrados en esa frontera entre narcotraficantes y miembros del ejército, lo que había dejado hasta ese momento un saldo de nueve muertos.

Desde la dirección general de los dos medios —que operan en Reynosa, a 90 kilómetros de distancia de Matamoros— se ordenó a editores y reporteros que publicaran la información relacionada con el tema y le dieran seguimiento.

Matamoros es una ciudad que cuenta con casi medio millón de habitantes. Comparte frontera con Brownsville, Texas, Estados Unidos, y en meses recientes ha vivido episodios de violencia extrema como asesinatos, secuestros, balaceras, bloqueos de carreteras y quema de vehículos, que a su vez han generado la publicación de alertas consulares por parte de autoridades estadounidenses.

En diciembre de 2014, el Departamento de Estado de Estados Unidos ubicó al estado de Tamaulipas como uno de los 20 más inseguros de México. Advirtieron que en ciudades como Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo y Victoria, se presentan “homicidios, robos a mano armada, robo de autos, secuestros, extorsión y violencia sexual. La aplicación de las leyes estatales y municipales en el estado es muy limitada o incluso inexistente. Los conflictos violentos entre criminales y militares pueden ocurrir en toda la región y en cualquier momento del día”.

En la actualidad, en Matamoros es común observar caravanas de militares y de la Policía Federal en las principales avenidas, que patrullan las calles portando armas de alto calibre. Por las noches impera el silencio, salvo cuando hay enfrentamientos, lo que da una sensación de vivir en un pueblo fantasma.

—Pensaban que era momento de romper ataduras, quitarnos la bota con la que tienen sometida a la prensa en Matamoros. Accedí, pero hice hincapié en que teníamos que tener cuidado porque podían pasar cosas —recuerda Enrique acerca de la publicación que se hizo el día de su privación de la libertad.

—Nuestra noticia de ese día fue un acto de valentía o rebeldía, un grito desesperado de decir “ya no queremos estar sometidos, ya no queremos estar censurados, queremos hacer nuestro trabajo, que es informar a nuestros lectores”. Suficiente para que nos secuestraran a nuestro director editorial —comenta Hildebrando Deándar, director general de los periódicos El Mañana de Reynosa y Matamoros.

Los primeros asesinatos

Tamaulipas es la raíz del miedo para la prensa mexicana. Fue ahí donde se registraron los primeros asesinatos de periodistas que informaban sobre hechos de violencia en México. Ocurrieron en los meses de enero, febrero, marzo y abril de 2000, en la época en que el narcotraficante Osiel Cárdenas traficaba droga por la frontera de Tamaulipas en presunto contubernio con autoridades locales, durante el gobierno de Tomás Yarrington. En la actualidad la justicia de Estados Unidos busca a los ex gobernadores Yarrington y Manuel Cavazos Lerma por presunto lavado de dinero, coludidos con la organización criminal que encabezaba Osiel. Y es que se trata de un estado que, por su cercanía a Texas, es estratégico para el tráfico de drogas, armas y personas. Es un estado donde el escenario común en todas las carreteras es el tránsito de grandes vehículos de carga que transportan mercancía de todo tipo, legal e ilegal.

De acuerdo con tres fuentes consultadas que pidieron anonimato para hablar del tema, fue la captura y ex-tradición a Estados Unidos de Osiel Cárdenas, en 2003 y 2007, respectivamente, lo que marcó un antes y un después para la prensa en Tamaulipas, que de manera esporádica publicaba información sobre hechos de violencia.

Sin Osiel a la cabeza y con una nueva administración federal encabezada por el panista Felipe Calderón Hinojosa, quien le declaró la “guerra” al narcotráfico, los socios de la estructura criminal, entre éstos su brazo armado Los Zetas —organización integrada por ex militares mexicanos que se pasaron al narcotráfico—, vivieron una lucha intestina por el control de las rutas de la droga hacia Estados Unidos. Los que se impusieron formaron sus células o “cartelitos” y establecieron sus reglas. En Nuevo Laredo, Victoria, Reynosa y Matamoros condicionaron a la prensa local para no escribir sobre hechos de violencia o de situaciones que pudieran involucrarlos. Pero también los obligaron con asesinatos, desapariciones, privaciones de la libertad, ataques armados, amenazas y miedo, a escribir “noticias falsas” para beneficiar o perjudicar a sus aliados o enemigos.

El momento más álgido de ese cambio de paradigma con la prensa se vivió en Nuevo Laredo el 6 de febrero de 2006. Ese día, a las 19:50 horas, justo en el momento en que alrededor de 20 periodistas y editores trabajaban en la redacción de noticias, una célula armada del narco ingresó a las instalaciones del periódico El Mañana de Nuevo Laredo —que también comparte el nombre con los diarios El Mañana de Reynosa y Matamoros, pero cuenta con una dirección general y editorial diferentes—, realizó varios disparos con armas AR-15 y AK-47 y arrojó una granada de fragmentación en el área de la redacción. Como resultado del atentado, el periodista y coeditor de la sección local, Jaime Orozco Tey, quedó gravemente herido tras recibir cinco disparos, uno de ellos en la columna vertebral, que en la actualidad lo tiene postrado en silla de ruedas y que provocó su renuncia a principios de 2007. El ataque ocurrió casi dos años después del homicidio de Roberto Mora García, director editorial del diario, registrado el 19 de marzo de 2004.

El 11 de mayo de 2012, en medio de una nueva ola de violencia desatada en Nuevo Laredo, un tercer ataque en menos de ocho años puso en alerta al personal del periódico. En esa ocasión, los agresores arrojaron una granada y dispararon contra la fachada y la pared del estacionamiento ubicada frente al inmueble. Lo hicieron poco después de las 21 horas. A diferencia de 2006, en esta ocasión sólo se reportaron daños materiales.

En pleno centro de la ciudad sobre la calle Perú, en la fachada principal del edificio y la pared del estacionamiento, quedan los orificios como un mal recuerdo de que el crimen organizado acecha la libertad de prensa.

Como respuesta al ataque y los nulos resultados en las investigaciones de las agresiones vividas hasta ese momento, los directivos publicaron al día siguiente una carta en la que informaban a sus lectores que ante la falta de condiciones para ejercer el periodismo, se abstendrían, por el tiempo necesario, de publicar “cualquier información que se derive de las disputas violentas” en la ciudad y otras regiones del país.

Actualmente en Nuevo Laredo, ciudad que comparte frontera con Laredo, Texas, y que cuenta con poco más de 384 mil habitantes, hay una calma construida en base al miedo y la incertidumbre de estar bajo el fuego del narcotráfico y la falta de acción gubernamental. Desde hace dos años no hay policías municipales y por las noches son pocos los vehículos que circulan por las avenidas. Los encargados de la seguridad son policías federales y militares que suelen tener poca presencia en la ciudad. Sólo algunos bares abren de noche y a ellos acuden jóvenes de entre 20 y 30 años de edad. Aun así las instalaciones de El Mañana están protegidas con dos bardas de metal, una en la fachada y otra en la entrada por donde se ingresa a la rotativa. La recepción tiene una ventana blindada y una puerta de acero digitalizada. Su línea editorial sigue siendo la misma. No se publica nada relacionado con hechos vinculados con narcotráfico, pues continúa la “falta de condiciones” que denunciaron en la carta de 2012, pero que inició desde el 2004, reveló una fuente autorizada del medio, quien pidió anonimato para ofrecer la entrevista.

–Hay una especie de tregua y eso ha calmado las cosas. Lo hacen para no generar tensión, pero cuando se registra un ataque por parte de una corporación al cártel local la violencia se reactiva –dijo la fuente entrevistada.

Ley mordaza

Enrique recuerda que la tarde que fue privado de la libertad preparaba la edición del jueves 5 de febrero de 2015. La orden, desde la dirección general, era publicar el seguimiento de los enfrentamientos en la región, que ya para ese momento habían cobrado la vida de 30 personas. A las 16 horas, cuatro hombres armados lo sacaron del periódico a la fuerza cuando se encontraba solo en la sala de redacción. Por diez minutos le dieron una vuelta en automóvil, lo golpearon varias veces y antes de liberarlo le advirtieron que si volvía a publicar noticias de violencia lo iban a asesinar. Por la mañana, una de las camionetas de distribución del diario había sido interceptada por hombres armados en la Autopista Matamoros-Reynosa. Tras bajar al conductor dejaron el vehículo abandonado con los ejemplares de la edición de ese día.

–Era como una especie de escarmiento, de advertencia a todos los demás colegas de otros medios que siguen sometidos –asegura Enrique.

Ese mismo miércoles Enrique y su familia abandonaron Matamoros. Por segunda ocasión en su vida tenía que huir de la violencia por su oficio. La primera vez lo hizo en 1997, cuando después de dar a conocer una noticia que involucraba actividades criminales en Mazatlán, donde inició su carrera profesional y la ejerció por once años, le advirtieron que lo mejor era que huyera de allí y así lo hizo, desplazándose a Tamaulipas.

Lo que ocurre actualmente con la prensa de Matamoros no tiene precedentes, aseguran las fuentes consultadas. La libertad de expresión ha sido sometida por el crimen organizado y la autoridad no ha podido revertir esa situación. Los narcotraficantes han tomado el control de los medios, al grado de llamar directamente a las redacciones o enviar comunicados de prensa para su publicación. Los hacen a través de sus “enlaces” o “voceros”, que regularmente son delincuentes que trabajan en medios de comunicación como fachada para facilitar el contacto con periodistas y editores.

En sus llamadas o comunicados piden hablar a favor o en contra de sus socios o enemigos. Así han desacreditado el trabajo del Ejército y la Policía Federal.

Reynosa: una realidad distinta

La censura que ha impuesto el grupo criminal que opera en Matamoros, conocidos como “Los Ciclones”, no sólo se refleja en la seguridad pública. En cualquier tema en el que tengan algún tipo de interés directo o indirecto, afectivo o de negocios imponen silencio. Se han presentado casos donde los criminales ordenan no publicar información relacionada con problemáticas de escuelas públicas. En un par de ocasiones los “enlaces” ordenaron a los medios de Matamoros no decir nada sobre un conflicto que existía en la dirección de una preparatoria. En otra ocasión una célula criminal amenazó a un reportero que investigaba la venta de frutas y verduras desechadas de un mercado local. También han pedido no publicar las acusaciones de narcotráfico contra el ex alcalde de Matamoros, Erick Agustín Silva Santos, lanzadas por las autoridades de justicia de Texas.

Como medida para tratar de sortear la censura impuesta por los grupos criminales, los periodistas han optado por establecer redes de comunicación con colegas de otras ciudades. Lo hacen cuando ocurren incidentes graves como enfrentamientos entre criminales y ejército, bloqueos o ejecuciones masivas.

Lo que no se publica en Nuevo Laredo o Matamoros, sí se publica en Reynosa o en Texas.

Enrique se conmueve al recordar los minutos de miedo que vivió tras haber sido privado de la libertad.

—Yo pensé que me iban a… —hace una pausa sin terminar la idea y aprovecha para respirar hondo. Afortunadamente no me mataron. Pero todavía temo por mi vida —reconoce el periodista, quien actualmente edita la sección estatal de los periódicos El Mañana.

Esa agresión tocó fibras sensibles entre varios de sus colegas, quienes por miedo renunciaron al periódico. Entre los que abandonaron el medio se encontraban el subdirector, una editora y trabajadores administrativos. En menos de dos días se quedaron sin personal editorial. Por eso, en la actualidad gran parte de las decisiones editoriales se toman desde Reynosa, donde la prensa vive una realidad diferente desde hace dos años.

Reynosa es el municipio con mayor número de habitantes en Tamaulipas. Cuenta con poco más de 600 mil habitantes y comparte frontera con McAllen, Texas. De día es una ciudad dinámica, con un centro muy activo económicamente y con restaurantes de primera categoría y buena afluencia. De noche, el movimiento vehicular es fluido y la seguridad está en manos de las corporaciones policiacas y militares que integran el mando único. Fue allí donde en 1949, por propuesta del entonces gobernador de Tamaulipas, Raúl Gárate, al señor Heriberto Deandar Amador, fundador en 1932 de El Mañana de Nuevo Laredo, inauguró El Mañana de Reynosa, el primer diario de esa localidad. En la actualidad el periódico tiene el

liderazgo de la información regional y lo dirige Hildebrando Deandar, nieto de Heriberto, quien al igual que su abuelo mantiene una línea editorial crítica hacia el gobierno.

Tras la privación ilegal de Enrique, El Mañana de Matamoros no publicó información del hecho; en cambio, El Mañana de Reynosa sí difundió la noticia en primera plana y dio cuenta de 30 asesinatos registrados en el corredor Matamoros–Valle Hermoso–Río Bravo. En los días siguientes continuaron con la cobertura de los enfrentamientos; lo mismo hicieron otros medios de la localidad.

Actualmente, este diario sigue con la misma línea de publicar los hechos de violencia ocurridos en el estado, lo que hace tres años era impensable por el control que ejercía el grupo criminal que operaba en ese momento en la ciudad y que en marzo de 2010, en lo que es catalogado como el episodio más negro para la prensa local, ordenó la desaparición de seis reporteros, tres de ellos trabajadores de El Mañana de Reynosa.

La realidad es que la prensa de Reynosa tiene poco más de dos años de estar publicando noticias sobre la situación de violencia que se registra en el estado. Las fuentes consultadas lo atribuyen al cambio de líder del narcotráfico que opera en la ciudad. Este personaje ha colocado mantas donde habla de una apertura para la prensa. Este nuevo líder “ha mandado señales de que no quiere meterse con la sociedad, que no quiere hacer más daño”, reveló una fuente anónima.

Redes sociales, una alternativa

Una política interna adoptada por el periódico El Mañana de Reynosa para no incurrir en fallas editoriales es la corroboración de datos. Todo lo que se publica debe tener fuente o confirmación de los reporteros. Uno de los aspectos donde prestan mucha atención es en la verificación de la información que se publica y circula en redes sociales, en páginas anónimas de Facebook o en cuentas de Twitter donde se dan a conocer hechos de violencia en la región.

La “Ley Mordaza”, impuesta con violencia y plomo a muchos de los medios de comunicación tamaulipecos, ha provocado la proliferación de este tipo de páginas y cuentas en redes sociales para reportar balaceras, bloqueos, asesinatos y secuestros cometidos por miembros del crimen organizado.

—Si bien no podemos descartar lo que sucede en redes sociales porque son un gran auxilio para lo que está sucediendo, siempre tratamos de corroborar la información —expone Javier Nava, director editorial de El Mañana de Reynosa.

Esa corroboración de datos les ha acarreado críticas de seguidores y lectores, pues hay ocasiones en que no se corrobora por una fuente confiable la información que se difunde o no coincide con la versión oficial, y no se publica como apareció en las redes.

Han ocurrido situaciones donde se reporta la muerte de personas o la presencia de cierta cantidad de cuerpos sin vida, mientras que la autoridad dice desconocer los hechos o informa de una cantidad diferente de víctimas.

Ocurrió el 16 de octubre de 2014, con el presunto homicidio de la tuitera @Muit3, colaboradora de la página de Facebook Responsabilidad por Tamaulipas que informa de incidentes de violencia. Ese día, desde su cuenta en Twitter, se publicaron dos imágenes de ella, una de las cuales sugería su muerte, acompañadas por varios mensajes escritos presuntamente por sus captores.

Los mensajes decían que la tuitera “había encontrado la muerte” por su activismo en redes. Aun cuando la página donde colaboraba dio por sentado el asesinato, un funcionario del servicio médico forense informó que el cuerpo nunca fue encontrado. La única información oficial que se tiene es una denuncia penal por desaparición en la Procuraduría de Justicia Esta-tal, interpuesta por familiares de María del Rosario Fuentes Rubio, que en Twitter se hacía llamar @Miut3 y quien hasta el momento continúa en calidad de desaparecida.

La impunidad de todos los días

El secuestro de Enrique Juárez es un retrato de la impunidad que impera en Tamaulipas y en todo México. A un año de los hechos, no hay avances en las investigaciones. La única respuesta que recibió de la Procuraduría de Justicia Estatal fue enviar patrullas para vigilar las instalaciones del periódico y una sesión de terapias psicológicas.

La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión de la PGR y el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas (conocido como Mecanismo) de la Secretaría de Gobernación le entregaron un botón de pánico que se descarga cada dos horas, pero ocho meses después de ocurrido el secuestro.

De los agresores y el grupo criminal que ordenó la privación de la libertad de Enrique, identificados plenamente por testigos en las indagatorias, no se sabe nada oficialmente.

—Parece que aquí nada más los delincuentes tienen opciones, como entrar a un programa de testigos protegidos, porque el Mecanismo no tiene otras opciones —expone Enrique.

Es tal el grado de impunidad que reina en Tamaulipas, que cuando una persona es asesinada de manera violenta es casi seguro que su cuerpo irá a parar a una fosa común o quedará en calidad de desaparecida.

Los tamaulipecos pocas veces se enteran de la identidad de las víctimas y del móvil de los crímenes.

La censura impuesta por las organizaciones criminales, la inacción del gobierno y la falta de certezas para un ejercicio periodístico crítico independiente son algunas pinceladas del escenario social de este estado fronterizo donde lo seguro es que si te sales de las condiciones establecidas, eres hombre muerto. @

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