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“No somos feminazis”, sólo mujeres hartas de la violencia

[vc_row][vc_column width=”1/1″][vc_column_text]El reciente feminicidio que cobró la vida de la joven Mara Castilla ha abierto nuevamente la vieja herida de un problema social de peligrosas dimensiones que deja al desnudo una realidad latente y presente en todos los ámbitos de la sociedad, desde las autoridades hasta la propia consciencia de los ciudadanos que se forja en el seno de sus familias.

 

Bibiana García Garza

 

Tras el crimen de Mara Fernanda Castilla, una estudiante universitaria de 19 años de edad ocurrido en el estado de Puebla el pasado jueves 7 de septiembre luego de que solicitara el servicio de transporte Cabify para llegar a casa, una ola de indignación ha cubierto al país.

Para muchas mujeres, de todas las edades y estratos sociales, se trata de la gota que derramó el vaso en lo que a violencia contra la mujer se refiere, Mara debió haber llegado a casa como cualquier persona que pide un taxi, pero fue secuestrada por el conductor del vehículo quien decidió acabar con su vida, aparentemente, sin ningún remordimiento.

El caso atrajo consigo una serie de manifestaciones por parte de la sociedad civil y también de mujeres que pertenecen a grupos feministas en el ánimo de mostrar su rechazo ante la falta de interés que han mostrado las autoridades en el caso, así como para proteger a la mujer en general que, aseguran, se ha convertido en víctima de su propio género.

La exigencia de todos estos grupos se ha centrado también en solicitar que se establezca una Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM) en por lo menos 28 entidades de la República en donde las cifras de feminicidios rebasan la norma, aunque la petición no ha avanzado mucho a nivel nacional ni en estados en donde los crímenes contra la mujer se desbordan.

Estas agrupaciones, tanto en las marchas como en las redes sociales y a través de otros medios de comunicación, unen sus voces también para denunciar políticas ineficientes para garantizar la seguridad de las mujeres por parte de los gobiernos, como podría ser a través de la implementación del mecanismo antes mencionado.

Además de clamar por que se brinde una mayor seguridad a la mujer, dicen, es urgente que se garantice – tanto en los más desafortunado de los casos como en otros en los que se violentan los derechos humanos-, una adecuada impartición de justicia.

Esto aunado a la mayor de las preocupaciones que, según coinciden feministas, periodistas y demás especialistas en el tema, es la concientización hacia las violencias “invisibles” como la verbal y emocional, los acosos, las amenazas, o la misma discriminación que se genera en muchos ámbitos como el laboral, al igual que otras como la económica en el caso de los cónyuges.

A muchas mujeres que se quejan de esta problemática social que en muchos casos deriva en asesinatos, maltrato, discriminación, violaciones o acoso, se les tacha socialmente como radicales o el término “feminazis”, que dota a la palabra feminista con una fuerte carga de connotaciones intolerantes o dictatoriales.

Pese a que sí hay movimientos que se han radicalizado, en la mayoría de los casos las chicas que caen en ese estereotipo sólo buscan generar consciencia social o algún tipo de cambio que les permita dejar de ser víctimas para convertirse en mujeres libres, o bien, cuestionar los roles sociales que muchos hombres asumen para minimizar al sexo opuesto, entre muchas otras posturas.

Para las jóvenes sanluisinas con las que CONTRASEÑA ha platicado en los últimos días en relación al caso de Mara y a la situación de violencia que acosa a cientos de miles de mujeres en el país, esa denominación además de peyorativa demerita la lucha auténtica de muchas por alcanzar la simple y llana equidad de género que se traduce en igualdad de derechos.

No más víctimas

Una clara situación de desigualdad es la que se vive actualmente en la sociedad y mujeres como Fernanda Hernández y Debra Valenzuela dicen ya no estar dispuestas a tolerarlo al opinar acerca del tema de la violencia de género que pareciera permanecer más vigente que nunca por más lucha que se le haga.

Lo más importante, coinciden las dos jóvenes universitarias, es luchar por hacer conciencia tanto en hombres como en mujeres de una situación injusta y no permite a las mujeres vivir en plenitud, sobre todo ahora en pleno siglo XXI, esa situación que además pone en peligro a miles y, lo que es peor, en peligro de muerte.

“Yo he sido víctima de acoso, y no se me hace justo que nada más por salir a la calle, por ir a hacer el mandado, por hacer las cosas que tienes que hacer te conviertas en una víctima”, confiesa Debra, joven sanluisina estudiante de la carrera de Educación.

Ese tipo de pensamientos, sin embargo, no la convierten en una ´feminazi´, como tampoco salir a divertirse a un bar lo mismo que ir al museo la debe convertir en una presa y muchos menos en una víctima pues nadie tiene el derecho de tocar a una mujer sin permiso.

“Si yo digo no, es no, simplemente”, protesta.

Ni Mara, ni ella, ni muchas otras mujeres han buscado ser víctimas, dice, ni tampoco víctimas de la mala educación que tienen otras personas para conducirse en sociedad.

Por desgracia, admite, en muchos ámbitos de la sociedad de hoy en día se tiene esa creencia que el solo hecho de defender los derechos de la mujer convierte a alguien en ´feminazi´.

Con la intención de erradicar este problema, considera, las mujeres tienen también que hacer lo propio con el ánimo de erradicar conductas machistas y no transmitirlas a sus hijos.

“Recordemos que las mamás son las que a veces les inculcan a sus hijos ciertas conductas como que debe atender al hombre y hacer todas las cosas que ellos quieren”, expresó.

 

No obstante, por otro lado también se tiene que promover una mayor unión entre las mismas mujeres para encontrar un apoyo y una solidaridad en cuanto a educar a las nuevas generaciones de manera equitativa tanto a hombres como a mujeres.

El peligro siempre acecha

La joven Fernanda Hernández de 22 años, estudiante de la carrera de Diseño Gráfico en esta ciudad considera respecto a este tema que es triste reconocer que la violencia y el acoso está siempre presente en las calles o a veces entre conocidos o amigos, además de que encima de todo siempre se culpe o cuestione a la víctima de lo que le ocurre.

“Se da que te preguntan primero ´¿tú qué estabas haciendo? ¿qué traías puesto? ¿pero, qué sucedió antes?”, comenta.

Es cierto, añadió, sí hay circunstancias en las que una no piensa y pone en riesgo su seguridad, sin embargo, tampoco es vida estar constantemente a la defensiva, “… creo que no tendría por qué ser así”.

Esa realidad, cuenta,  la empezó a notar desde la adolescencia, es decir, situaciones que le hacían sentir incómoda o, como nunca falta, el amigo que se acerca de más e invade el espacio personal sin respetar ni pedir permiso.

“Yo sí he estado en situaciones muy incómodas aunque no he pasado por algo tan grave como para que me haya dejado una herida psicológica o emocional profunda, pero hace poco sí viví algo que estuvo fuera de mi control y no sabes qué hacer hasta que sucede, y tampoco ahí sabes qué hacer, entonces tomas conciencia y tratas de hacer que los demás despierten”, relató.

Además, detrás de eso siempre hay patrones que se pueden reconocer y que quizás en su caso, como el de muchas otras mujeres, no los reconocen a tiempo y se cae en el error aunque, reiteró, “para mí nunca está bien eso de culpar a la víctima y proteger a alguien que hizo mal”.

“A mí no se me hace justo que nos digan que no podemos ser libres o que crean que ahora somos demasiado libres, y que crean que no podemos tener la misma libertad de los hombre porque nos van a pasar cosas”, añadió.

Para erradicar esas formas de pensar que frenan el pleno y libre desarrollo de la mujer en sociedad, propuso, es importante empezar a crear conciencia entre los hombres para que rompan esos patrones de conducta que tanto lastiman a la mujer y no abonan en nada en que se sienta protegida y sin miedo al caminar por las calles. @

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