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Amor y paz con las mujeres

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El Eslabón Perdido

Humberto Melgoza Vega

Indignación, coraje, rabia, estupefacción, impotencia, asco, hartazgo, entre otros sentimientos igual de desagradables han aflorado entre la población luego del atroz feminicidio en contra de la joven Ingrid Escamilla ocurrido en la Ciudad de México, más los que se han acumulado a lo largo y ancho del país esta semana.

De acuerdo a cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública en México asesinan diariamente a un promedio de diez mujeres por el simple hecho de serlo, por considerarlas más débiles y vulnerables, porque en nuestro país es muy fácil matar y muy grosera la impunidad.

Los días previos, el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero desató la ira de grupos feministas y defensores de derechos humanos al pretender enviar una reforma que reclasificaría el feminicidio como homicidio agravado, según él, para hacer más fácil su investigación y castigo.

 Actualmente, para que el crimen de una mujer sea clasificado como feminicidio se requiere que la víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo; que se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia.

Que existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima; que haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza.

Que existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima.

Y que la víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida y finalmente que el cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público.

Ante la presión social de los grupos feministas y activistas, quienes acusaron que se pretendían “invisibilizar” los crímenes de odio contra mujeres, al meterlas en el mismo paquete que el homicidio común, a Gertz Manero no le quedó otra opción más que recular en su loco intento, parecido a la intentona por regresar al arraigo y eliminar el amparo.

El que perdió muchos puntos –incluidos de la parte más sensata de la legión chaira, que no le festeja todas sus ocurrencias, como la rifa del avión y el pase de charola entre los ricos del país–, fue el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se ofuscó en una de sus tradicionales “mañaneras” cuando una reportera abordó el tema de los feminicidios.

La falta de empatía y sensibilidad mostrada por parte del presidente no pasó desapercibida y no hubo maroma suficiente para defender al mandatario, que para variar se fue contra los medios de comunicación, no todos.

“No quiero que el tema sea nada más el feminicidio, ya está muy claro que se ha manipulado mucho sobre este asunto, en los medios, no en todos, los que no nos ven con buenos ojos, aprovechan cualquier circunstancia para generar campañas de difamación, así de claro, de distorsión, información falsa, este es el caso”, y pidió que no se perdiera de vista que el tema era la entrega del cheque por 2 mil millones de pesos recuperados por el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep).

Desgraciadamente, en ese contexto trascendió el brutal asesinato de Ingrid Escamilla, una guapa mujer de 25 años,  quien fue asesinada y luego desollada con un cuchillo por su esposo Francisco Robledo, un sujeto horrible de 46, quien luego esparció los restos por la ciudad para tratar de ocultar su aberrante crimen.

Más que la atrocidad del feminicidio, lo que terminó por desbordar la paciencia de los mexicanos fue la exhibición de las fotos que hicieron algunos medios amarillistas de la capital del país, quienes serán sancionados junto con las autoridades que filtraron las grotescas imágenes.

Para desaparecer las imágenes grotescas de Google en Twitter se armó una campaña en la que los usuarios subieron imágenes bonitas con el hashtag de Ingrid, para perder las feas en el fondo del buscador, un noble gesto de las benditas redes sociales.

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