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Fabulosos Cadillacs, 30 años de tocar el balón

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Para festejar sus primeras tres décadas de haber irrumpido en la escena musical latinoamericana, Los Fabulosos Cadillacs bajaron hasta la zona costa de Baja California donde ejecutaron un energético concierto que incluyó todos sus éxitos que los han convertido en parte de nuestra identidad cultural.

Humberto Melgoza Vega

ROSARITO, BC.- Luego de 8 años de no presentarse en tierras bajacalifornianas, Los Fabulosos Cadillacs, banda de rock, ska y reggae de la hermana república de Argentina, tocaron tierra en el Baja Center de Rosarito, magno concierto en donde reunieron a más de 15 mil personas.

La vez anterior que se presentaron los músicos argentinos, evento también organizado por los de Bulldog Promotions, lo hicieron en el estadio Caliente, donde ahora juegan los Xolos, equipo de futbol profesional propiedad del magnate Jorge Hank.

Aquella vez como ahora fue la única presentación de los Fabulosos, motivo que obligó a que fanáticos de toda la región se congregaran en el amplio recinto, ubicado por la carretera escénica, entre Tijuana y Rosarito, de difícil acceso porque no pasa el transporte público.

El concierto, una calca de todos los anteriores, si acaso cambia la canción con la que abren, pero siempre dejan la de “Yo no me sentaría en tu mesa” para el cierre, reunió a gente de Tijuana, Ensenada, Mexicali, de San Diego y Los Angeles y una nutrida comitiva de San Luis Río Colorado también se descolgó para corear los éxitos de sus ídolos.

En plena madurez artística, todos cincuentones, con excepción de Florián Fernández, el hijo de Vicentico, quien se presentó en la guitarra, Los Fabulosos celebraron con su público norteño el 30 aniversario de la banda, fundada a mediados de los ochenta en la ciudad de Buenos Aires.

Al frente, Gabriel Fernández, sin poses de rockstar, desaliñado como siempre, con guantes de biker, apoyándose en un bastón, junto con Mario Siperman (Spiker), en los teclados; Sergio Rotman, en el saxo; Daniel Lozano, trompeta, el maestro Flavio Cianciarulo en el bajo y además de Fernando Ricciardi en la batería esta vez se hicieron acompañar de otro baterista, quien lucía un look a la Axl Rose, por lo que el ruido que generaron se multiplicó por dos, al igual que en los teclados.

Ya llovió desde que Los Fabulosos se presentaron por primera vez en Mexicali, en 1990, cuando compartieron escenario y festival con otros exponentes de la música contemporánea como Kenny and the Electrics, Félix and The Cats y como estrella principal El Tri de México.

Nada bien les fue a los Cadillacs en esa su primera aparición en tierras cachanillas ya que los rockeros mexicalenses, quienes en su mayoría no tenían mayores referencias de la banda sudamericana, comenzaron a arrojarles todo tipo de proyectiles al escenario, incluidos vasos llenos de tierra, hasta que suspendieron su presentación. Alcoholizados y eufóricos, la raza rockera de Mexicali no quería escuchar ni bailar “salsa” y exigían a gritos la salida de El Tri.

Con el tiempo, muchos de esos rockeros, arrepentidos, se volvieron fieles seguidores de los Cadillacs, convencidos por la calidad musical y letrística de los comandados por Gabriel Fernández Capello, mejor conocido como Vicentico.

Fabulosos Calavera

En el concierto del pasado fin de semana se congregó a toda clase de gente, muchos pintando canas o peor aún, con la ausencia de cabellera, signo inequívoco del paso de los años; a mujeres guapas y modernas, de todas las complexiones, texturas y aromas; profesionistas, empresarios, obreros, oficinistas, amas de casa, hasta las nuevas faunas urbanas, millenials y hipsters.

Todos unidos sobre la democrática explanada que los hermanó con el pago de 800 pesos, costo de la entrada general –aparte de los pocos privilegiados que se instalaron en la zona VIP Calimax, donde pagaron 2 mil pesos–, masa uniforme y apretujada, con apenas un espacio para bailar, ya fuera solos o en pareja o como parte de ese ritual herencia del punk rock conocido popularmente como “slam”, no apto para bien portados.

Ataviados con las camisetas que literalmente volaron desde antes que comenzara el concierto, de presentaciones anteriores, y hasta de la Selección Argentina de Futbol, surtidos con sus vasos dobles de cerveza por 60 pesos, ya fueran Indio o Tecate Light, los asistentes al festín musical disfrutaron como niños en el parque la tocada de principio a fin.

Quinto Centenario, El Satánico Dr. Cadillac, Vos Sabés, Calaveras y Diablitos, Manuel Santillán el León, Vasos Vacíos, Matador, Saco Azul, Siguiendo la Luna, Demasiada Presión, Estoy Harto de Verte con Otros, El Genio del Dub, Surfer Calavera, Carnaval toda la vida,  El Aguijón, Mal Bicho, Carmela y Revolution Rock –el inmortal cover de la banda londinense de punk rock The Clash–, más algunas otras rolas que escapan a la memoria, sonaron de manera potente con decibeles que sacudían los sentidos, incluido el de la vista, alimentado desde las tres pantallas gigantes colocadas al centro y los costados del escenario, muy útiles para quienes estaban o estábamos hasta atrás, en el buen sentido de la palabra.

Al final de concierto, cansados pero contentos, los sobrevivientes, que nunca quedan satisfechos, que siempre se quedan picados y piden “otra, otra” y si no les cumplen terminan con el “culerooo”,  se lamentaban que a pesar del concierto de dos horas y de la veintena de piezas ejecutadas les faltaron algunas cuantas para variar.

Y claro, si hubieran tocado Yo te avisé, La Vida, Gallo Rojo, Gitana, Padre Nuestro, Mi novia se cayó en un pozo ciego, Silencio Hospital, Te tiraré del altar, Basta de llamarme así, El Muerto, Contrabando de Amor y ufff, tantas otras clásicas que han marcado a toda una generación de jóvenes y ya no tanto en todo el continente americano, ahí nos habríamos amanecido. @

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