Semanario Contraseña

La clave de la información

Una historia bien perrona

Ya ven que el Facebook también sirve para cosas positivas.

Humberto Melgoza Vega

La mañana del domingo 17 de septiembre, cuando nuestra perrita de la raza Pug, bautizada como Cleopatra, se salió de la casa sin que nos diéramos cuenta, inició una dramática aventura que afortunadamente tuvo final feliz, historia que en su momento despertó la solidaridad y empatía de amigos y contactos de Facebook y que decimos imprimir en papel y tinta, como debe der ser, para que quede para la posteridad.

Esa mañana, aún con la resaca de la pelea Canelo-Golovkin, en la que regalaron un empate al mexicano, salí al patio trasero para alimentar a las inquietas mascotas y resulta que nomás estaba la Princess, mamá de la Cleo –como le decimos de cariño a su cachorra–, que salió todavía más loca que su progenitora.

Comencé a buscar en las casas vecinas, donde a veces encontraba a la Cleo haciendo nuevas amistades y de ahí recorrí cuadras y más cuadras a la redonda, preguntándole a la gente que se encontraba dentro de sus domicilios, o que andaban por la calle, si de casualidad habían visto a una perrita con la cola enroscada y carita de choque. Nada.

El siguiente paso fue encontrar en el celular alguna foto de la familia perruna, armar un afiche de Se Busca con todos los datos, imprimir copias a color, para pegarlas en postes y comercios, y en blanco y negro, para repartirlos como volantes en todo el barrio. Obviamente, con el gancho de la recompensa, “sin ninguna averiguación”, porque luego la gente se asusta y prefiere venderlos o quedarse con ellos.

Para entonces, le inventé un cuento a mi hija, que la había llevado con el veterinario para que le dieran mantenimiento pero con el paso de los días comenzó a sospechar hasta que en una de esas me agarró el celular y encontró la foto de la pesquisa. A llorar se ha dicho. Le dije, le prometí que la íbamos a encontrar, aunque la verdad no estaba muy convencido.

Además del operativo por tierra, ofreciendo dinero a los niños en bicicleta, apelando a la buena fe de los vecinos; también en el bajo mundo, donde matarían por 500 pesos y una “cura”, emprendí una campaña por aire, a través de las redes sociales. En mi perfil personal, en la fan page del Semanario y por recomendación de mi amiga Mercedes Miller, lo compartimos en la página de Rescate Animal, donde encontré a otras personas en mi misma situación, que sufrían por la ausencia de sus mascotas, a quienes consideraban de la familia, “perrijos”, más los espontáneos solidarios, con quienes terminamos siendo amigos, aunque sea virtuales.

Si quitaban los afiches, los volvía a pegar, o ponía doble, a ver quién se cansaba primero, y tuve varias falsas alarmas, mascotas o “animales de compañía” de la misma raza, que todos se parecen –tenían que ser chinos— y que resultaban en decepciones y frustraciones.

Así pasó una semana hasta que el domingo siguiente para variar se me antojó desayunar en la Carreta del Abuelo, a una cuadra del cantón, por la Coahuila B y Segunda –por cierto los mejores burros de San Luis. Como siempre, llegué echándoles el caballo, que si por qué habían quitado mi cartel de se busca, y fue cuando Josué me dijo que una de sus empleadas, al ver que nadie la reclamaba, se la había llevado para el fraccionamiento Palmira, al otro lado de la ciudad, zona conocida como el Nuevo San Luis.

Pero resulta que también a ella se le salió de su casa, la Cleo andaba conociendo otros barrios, con el riesgo de que la atropellaran o que se la encontrara gente mala onda, que se quedan con lo que no les pertenece, o los llamados “tecolines”, que abundan por la ciudad y que no dejan pasar este tipo de oportunidades.

Cuando supimos que se la habían llevado para la zona de los Chula Vistas pensamos que sería más difícil recuperarla. Las palabras de aliento de los amigos de Facebook, quienes compartieron muchas veces la publicación, hicieron que no perdiéramos el ánimo, la Cleo ya era tan famosa en San Luis y Mexicali como Frida, la labrador rescatista, a nivel internacional.

Hacia allá me dirigía cuando entró una llamada desconocida al smartphone. Era un muchacho que aseguraba haberse encontrada a la Cleopatra vagando por el Welton del Nuevo Palmira, el problema es que su hijo de 10 años ya se había encariñado con ella y para contentarlo habría que darle una buena recompensa, con la que le comprarían su primer teléfono celular.

En el Parque Yoreme fue donde finalmente me entregaron a la Cleo, el muchacho me dijo que en los dos días que la tuvo en su casa se le salió un par de veces, hasta por la ventana, por eso mejor le puso collar y una cadena; el niño, triste, se despidió de ella, con la promesa de luego irla a visitar.

Por la tarde, cuando Cleopatra regresó a su hogar fue recibida con intensos olfateos y besitos maternales de la Princess y con una emoción que por nada derivó en llanto de una alegre Nirvana.

Debo decir que corrí con suerte, agradecer a todos los que de alguna manera se interesaron en esta búsqueda, de nueva cuenta estamos completos y pronto seremos más. @

 

 

 

 

 

Deja un comentario

× Platique con nosotros