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San Luis, en el mapa nacional del Covid-19

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Señalado con rojo en el mapa del coronavirus en el país, San Luis Río Colorado es foco de atención nacional. Su vecindad con Baja California, la segunda entidad con más casos positivos, por debajo apenas de la Ciudad de México, y con Estados Unidos, el primer lugar de infectados en el mundo, con 1 millón 056 mil 402 contagios, le están jugando en contra. Y todavía hay muchos que se sienten inmunes y siguen haciendo su vida “normal”.

Humberto Melgoza Vega

SAN LUIS RIO COLORADO.- En San Luis Río Colorado puede haber una pandemia en plena fase 3, con el contagio comunitario en pleno ascenso, con 142 casos positivos de Covid-19, al menos 53 casos del Sector Salud, entre ellos el director del Hospital General, donde se concentró un foco de contagio, los que representan casi la mitad de los 305 que registra el estado, y aun así hay mucha gente que de manera temeraria, por no decir irresponsable, se resiste a quedarse en sus casas, como si fueran inmunes al virus.

Lo que antes fue una situación privilegiada, su ubicación geográfica, hoy le está cobrando factura: la vecindad con Mexicali, donde hay 564 casos registrados y 48 decesos, y con Arizona, donde ya sumaban 7,648 por 320 decesos; la cercanía con California y en general, los Estados Unidos, donde hasta el cierre de esta nota superaba el millón de contagios por 61,687 muertos, lo mantienen con una tasa promedio de 70 contagios por cada 100 mil habitantes.

Forjados en la adversidad del desierto, a los sanluisinos no los arredra nada y mantienen una actitud bipolar frente a la pandemia.

Mientras que la mayoría siguen las indicaciones de las autoridades sanitarias para evitar la propagación del virus, como quedarse en casa y extremar precauciones, otro tanto sigue en las calles, eso sí, con su respectiva mascarilla, cubre-bocas de todos los estilos y colores, algunos de adorno, como gargantillas, paliacates, bufandas.

A pesar de las señales confusas enviadas por el sector Salud respecto al uso de mascarillas, el sentido común y el instinto de supervivencia les dictan que si mucha gente se está contagiando y muriendo más vale no arriesgarse.

“Es que la gente no hace caso”, dicen a manera de excusa, pero el gobierno local tampoco está forzando a que la gente permanezca en sus casas, para no coartar libertades, pero sí han aplicado algunas multas y detenido a personas que lo piden a gritos, que los agarran en las dunas del Río Colorado, o que viajan varios en el vehículo sin cubre-bocas.

Fiel a la política de su líder el presidente López Obrador, el alcalde Santos González le apuesta a que el pueblo sabio se “auto-regule”. Han colocado algunos filtros sanitarios sobre todo en las salidas de la ciudad, pero no retenes y ni pensar en un toque de queda, que sería violar las garantías individuales, aunque un sector de la población exija que se aplique mano dura.

Por las mañanas y tardes pareciera que es un día cualquiera, el tráfico normal de una ciudad chica, poco más de 200 mil habitantes, gente que anda en las vueltas, en el trayecto a sus trabajos, que van a comprar víveres, medicamentos a las farmacias y las compras de pánico antes de las 6:00 de la tarde cuando se suspende la venta de cerveza.

A punto de terminarse, luego que se suspendió por orden del gobierno federal la producción y distribución de cerveza, con los anaqueles vacíos podría bajar el tráfico vehicular en las calles pero aumentar la violencia intrafamiliar.

En un pueblo tan cervecero –junto con Mexicali como región los mejores clientes de la Cuauhtémoc y de Constellation Brands en el país–, cuando apenas comienza a apretar el calorón, en la víspera del peor de los veranos, encerrado y sin lana, con el recibo de la CFE acechando sobre tu cabeza, la falta del líquido ambarino traerá conductas antisociales, en una situación inédita.

En casi todos los negocios se están aplicando los protocolos de seguridad, el uso obligatorio de cubre-bocas, el límite de personas en las tiendas de conveniencia y un control más estricto en los supermercados, donde se forman largas filas para entrar y les aplican gel anti-bacterial en las manos a la entrada, pero no al salir.

Consideradas zonas de riesgo, por la alta concentración de gente, tiendas como Calimax no han dejado de tener movimiento, el estacionamiento de la calle Sexta y Zaragoza siempre está lleno, donde comparten espacio con el Smart & Final, que ya luce desabasto en los productos congelados, y la casa de empeño, consideradas esenciales durante la contingencia.

En el Cali, además de mascarilla y guantes las cajeras portan una careta de plástico, que las protege de los aerosoles que se expelen al hablar, toser o estornudar; y es que el virus puede estar en todas partes: en los billetes, en la agarradera de los carritos del mandado, en las tarjetas de débito, en el teléfono celular y está demostrado que también flota durante segundos en el aire  antes de caer al suelo o estacionarse sobre alguna superficie.

A estas alturas de la pandemia, ir a meterse a los supermercados, a llenar la alacena, desde los más nice hasta los bodegones, se ha convertido en una aventura extrema.

En tiempos de pandemia, con la paranoia a flor de piel, exageras la sana distancia, haces las compras a la carrera, sin andar divagando por los pasillos y no es raro te topes a una muchacha haciendo “el súper”, como dicen los chilangos fresas, vestida como “astronauta”, el nuevo look de los médicos que luchan contra el coronavirus y que cada vez será más común verlos por la ciudad.

Por las noches sí parece que estamos en cuarentena, baja mucho el tráfico en las calles porque  los patrulleros parecen más decididos; circulando a baja velocidad, con los códigos encendidos, es más factible que te detengan.

Está permitida una sola persona por vehículo, a menos que vaya de raite al trabajo o con el doctor; los taxistas solo pueden llevar un pasajero y nadie se quiere subir a las “peseras” por precaución; el cubre-bocas, aunque el gobierno no ha dicho que sea obligatorio, sí está siendo motivo para marcarles el alto y hasta multarlos si andan retando a la autoridad.

A la lista de riesgos que enfrenan a diario los guardianes del orden ahora súmele el del coronavirus, tener que acercarse al vehículo, asomarse, forcejear y en su caso llevarse detenido al posible infractor sin el temor de ser escupido o infectado. Ya se reportó el caso de un agente municipal que dio positivo al Covid-19 que participaba en los filtros sanitarios y hay al menos otros cuatro elementos aislados.

Como si nada 

Aunque hay muchos negocios cerrados, también hay taquerías, refresquerías, pastelerías talleres mecánicos y otros giros que mantienen activa la economía; en los bancos se hacen largas filas, no se diga en la Coppel y en Elektra, que se han negado a cerrar sus puertas y descansar a su personal y que hoy más nunca son socorridas por sus servicios de banca, préstamos de inmediato y ventas a crédito con abonos chiquitos. Como en los memes, en medio de la conflagración los cobradores no han dejado de hacer su chamba y se les ve en los domicilios, tras la cartera vencida.

El flujo hacia Estados Unidos no se ha detenido, todos los días miles de personas cruzan en ambos sentidos de la frontera, tanto a pie –la policía ha tenido que obligarlos a que guarden “Susana Distancia”–, como en carro. Un gran porcentaje van a trabajar, a levantar la cosecha en los campos de Arizona de dátiles y hortalizas y traer dólares a México, principal fuente de divisas no solo en San Luis sino a nivel país, con las famosas remesas, que también tienden a la baja.

Con la economía contraída, el sector empresarial está presionando para que se reabran las fábricas y maquiladoras, para que la actividad comercial se reactive cuanto antes, por las grandes pérdidas que están teniendo.

El Parque Industrial también luce desolado, las maquiladoras tuvieron que parar hace un mes por la emergencia sanitaria decretada por Claudia Pavlovich, entre ellas la japonesa Yazaki, que mandó a sus mil 500 trabajadores a sus casas, con su salario a salvo, pero tampoco pueden estar así por mucho tiempo.

En su visita de la semana pasada a esta ciudad el secretario de Salud, Enrique Clausen, enfrentó la presión de los empresarios que tienen las máquinas paradas, pero se mantuvo en la postura de la gobernadora: primero está el tema de la vida y la salud, porque no habría capacidad para atender a los enfermos si se da un contagio colectivo, y porque apenas estamos en la fase 3 de la Pandemia y por ningún motivo desean que se llegue a la 5 ó 6.

Con un escenario en donde se espera que el pico de la epidemia se presente entre el 10 y el 20 de mayo, si todo sale como lo previsto es posible que la normalidad regrese de manera paulatina a partir del 1 de junio, incluido en algunas partes el regreso a clases, aunque evidentemente ya nada será igual.  @

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